Cuckold (2): La mujer de un amigo
Fecha: 03/09/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... el barrio no hay mina que pueda siquiera empezar a competir con ella. Sólo las pendejitas, recién salidas de la escuela, tienen un culo con el que podrían rivalizar con Vanesa. Pero por lo demás, ella está en otro nivel. Es sofisticada, elegante, con una cara ovalada, de pómulos grandes y nariz respingona. Siempre bien maquillada y con ropa cara que la hacen lucir sexy y elegante en partes iguales.
Yo no me puedo quejar. Beti, a sus cuarenta años, más allá de algunos quilos de más, se mantiene muy bien. Pero si mi mujer es un Ford Falcon perfectamente cuidado, con la chapa y pintura recién hechas, Vanesa es una Ferrari cero kilómetro.
Pero como dije, entre amigos hay códigos, y hasta el momento jamás me había atrevido a pensar en ella más allá de como la mujer de un amigo. Cada vez que me venía su imagen curva a la cabeza, la espantaba como si fuese una peste, y las fantasías quedaban ahí, siempre inconclusas. “Las mujeres de los amigos son de madera”, fue una de las enseñanzas de mi viejo. Y así las veía yo.
—Vanesa, no queremos molestarte —dije, haciéndome eco de lo que suponía era el sentir general—. Podemos ir al club, como siempre, vos querrás descansar o mirar algo en la tele.
—No seas boludo, si no me molesta para nada. Además, la intrusa soy yo. Se suponía que hoy tenía que trabajar, pero al final me dieron franco.
—Qué suerte —dijo Quique, que ya estaba acomodado frente al televisor.
—No, en serio, no queremos molestar —repetí.
—Quedate ...
... tranquilo —dijo ella, con una media sonrisa muy seductora, que hacía que en su mejilla derecha aparezca un hoyito— Además, Martín ya compró la picada, voy a buscarla.
Vanesa se fue a la cocina, meneando las caderas. Los tres quedamos hipnotizados con sus nalgas. Pero sólo fue un instante. Después disimulamos, y nos miramos con algo de culpa y vergüenza.
—¿Te ayudo? —dije, sólo por educación.
—Dale —contestó ella.
Fui a la cocina. Vanesa había dejado la estela de un exquisito perfume en el aire. Ahora abría la heladera, y se inclinaba, para agarrar la picada. La costura del pantalón parecía ser tragada por la profunda raya que dividía ambos glúteos. Esta vez, sabiéndome a solas con ella, tardé un poco más en desviar la mirada.
—¿Llevás la birra y los vasos? —dijo. En sus manos cargaba una enorme bandeja de fiambres cortados en pequeños pedazos.
—Dale.
—¿Te hago una pregunta?
—Sí, decime —contesté.
Me dirigí a la heladera, para agarrar las cervezas. Pasé muy cerca de ella, y sentí nuevamente ese delicioso perfume.
—Ninguno me dijo nada de mi pelo ¿No se dieron cuenta o es porque piensan que está mal alagar a la mujer de un amigo?
Claro que había notado su nuevo color der pelo. Cambiar del castaño oscuro al rubio era difícil que pase desapercibido. Su cabello es ondulado y ahora tenía un color dorado muy lindo. Recordé algo que solía decir Beti: cuando una mujer se separaba, lo primero que hacía era un cambio de look.
—Sí, lo había notado. Pero no soy ...