El arquitecto
Fecha: 07/10/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Tita, Fuente: CuentoRelatos
Esta es una narración que trató de ser real, pero, sin duda, está mezclada con algunas fantasías ya que durante más de tres décadas de lo ocurrido nunca anoté algo al respecto y sólo recordaba para masturbarme, pero como a veces era muy reiterativa, al concluir mis ratos de lujuria dedicados al autoplacer, me preguntaba seriamente si así había ocurrido o yo los había ido modificando, no pudiendo definir qué fue lo imaginado y qué fue real. Respecto a cómo ha sido mi vida en los asuntos del sexo, pueden verlo en la saga “Ninfomanía e infidelidad”.
Como ya expliqué en el relato “Mi única vez en un sitio swinger” esto ocurrió cuando tenía 29 años. Repito aquí lo esencial al respecto de lo que sucedió ese día por atención a quienes no lo leyeron. En él, mencioné que mi esposo se había ido a Tapachula por un par de semanas y mi hermana cuidaría algunas tardes a los críos, los aproveché para estar con mi amante Eduardo (yo les digo parejas) y fuimos a una reunión en la cual Joel, de quien trata este relato, me pidió que fornicáramos después de haber visto cómo lo hacía una pareja que atrajo la atención de todos. “¿Qué tal si tú y yo intentamos hacer algo mejor?”, me preguntó mostrándome un condón nuevo en su mano. Yo quedé impresionada por su porte y juventud, un verdadero adonis, ¡el miembro más largo que yo había visto antes!, pero con unas bolitas normales, aunque pequeñas para el resto de su herramienta. Eduardo, notoriamente celoso, contestó de inmediato por mí: “No, ...
... gracias, sólo vinimos a ver” y Joel se retiró haciéndole una caravana de agradecimiento por la respuesta. Sin embargo, al salir volví a toparme con él los sanitarios de los vestidores, y debido a un comentario de su acompañante con Eduardo, supe que se llamaba Joel y, antes de que Eduardo se diera cuenta, me dirigí al adonis sin más preámbulos: “Hola, Joel, te juro que yo sí quiero. ¿Me das tu teléfono?” Él captó de inmediato mi situación y me extendió rápidamente, y de manera muy discreta, una tarjeta, me acarició el pecho y me dio un beso en la mejilla. Yo le acaricié el bulto que creció instantáneamente bajo la ropa y me susurró a mi oído “Yo también. Por favor, háblame”, retirándose enseguida. Leí la tarjeta que ostentaba el título de arquitecto y una dirección de un prestigioso despacho con el mismo apellido de Joel, seguido de la frase “e hijos”. Metí la tarjeta en mi bolso como si guardara un tesoro. Es decir, se dio “un flechazo”.
Cuando Saúl, mi esposo, regresó, todo volvió a la normalidad, sentía lejano el ataque de celos de Eduardo, pero no podía olvidar el bigote recortado, la cabellera corta, lacia y negra de Joel, su mirada alegre de niño y marqué su teléfono, pedí su extensión y la operadora me preguntó con quien quería yo hablar, al parecer no a cualquiera lo comunican con los dueños del negocio. Di su nombre y añadí “él me pidió que me comunicara a este número”, “un momento, por favor” fue todo antes de escuchar su voz que de inmediato me aceleró las ...