El palacete del Mekong
Fecha: 13/10/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
En esos años los señores eran más señores y los criados más esclavos. Aun en el caso de que los señores sean amables, existe entre amos y criados un abismo infranqueable. Yo soy una señorita que estudia en Saigón, una damita blanca. En las miradas de esos señores noto que soy extranjera, aún a pesar de llevar ya dos años allí. He viajado a Madrid dos veces, durante los veranos. El resto del año estoy lejos de papá, mamá y mi hermano. Y sin embargo no me duelen sus ausencias.
Compré ropa con el dinero del general Thuan Bú. Ropa elegante. Y ahora cuando salgo de paseo los vietnamitas pobres me miran con respeto y los pobres casi ni se atreven a mirar. Desde aquel día en el gran Hotel Sheraton, Madame me ha buscado más encuentros y he aprendido a llevar a los hombres por donde ellos creen que quieren ir. Pero en realidad van por donde yo quiero. No visto como una puta. Vestidos largos, sedosos, vaporosos, que vuelan con la brisa. Pamelas elegantes y anchas que me tapan del sol poderoso del ecuador. Adivino al entrar en locales frecuentados por la alta sociedad, que esos hombres desearían deshacerse de sus enjoyadas esposas y venir a humillarse ante mí a cambio de mis favores.
He ido descubriendo mi increíble habilidad para conseguir lo que quiero. No sé si es concentración o alguna especie de magia.
Mientras yo estoy interna en el Liceo, con otras chicas internadas como yo, otras chicas del liceo, al terminar las clases marcha fuera, en lujosas limusinas como la que ...
... vi cuando regresaba en la moto de mi cita con el general. Muchas de ellas son hijas de diplomáticos de las distintas embajadas. Ahora sé que papá tenía razón cuando me dijo: “Allí serás más tú misma, Mar. Debes salir del cobijo en el que tu mente ha convertido a tu madre, a Madrid y a España. Allí todo será distinto. Te formará”
Todo, absolutamente todo había sido distinto. Cierto, me había formado, pero a cambio había pagado un precio muy alto, había vendido mi inocencia. Un halo de tristeza cubría mi rostro ante aquellos ricachones, banqueros y diplomáticos. Al pasar junto a ellos clavaban en mí sus miradas de deseo y yo lo sabía todo, absolutamente todo de cada uno de ellos.
No soy una europea más en Vietnam. Vietnam se ha convertido en algo íntimamente mío. Sólo conservo alguna ropa que traje de Madrid, para ponérmela en mis viajes a España durante los veranos. No quiero volver con la ropa nueva que compro con mis ingresos de meretriz de lujo. No sabría explicárselo a mamá. Pero cuando voy al aeropuerto de Saigón vestida como antes, se que esa ya no soy yo. En la soledad de mi cuarto escribo. En esos meses y años en Saigón plasmo en hojas de papel recio con la pluma Mont Blanc, mis encuentros con los clientes de Madame. Los encuentros sexuales de una estudiante. Contar por el placer de contar, escribir por el simple placer de escribir, como he vuelto a hacer ahora. Destruí aquellos escritos por miedo a que alguien pudiera leerlos, compartirlos con otros y desnudarme ...