El palacete del Mekong
Fecha: 13/10/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... ante todos publicando mis secretos. Y sin embargo ahora soy yo la que publico sin vergüenza alguna los mismos secretos, la que escribe en la soledad de mi cuarto rememorando lo ya escrito en otros tiempos.
Madame me cuenta una historia increíble: en la selva del centro del país, un hombre y su hijo habían sobrevivido 40 años sin contacto alguno con la civilización. Era como la historia de Tarzán, pero esta vez real y vivida por dos seres humanos, un padre y su hijo. Ho Van Than y su hijo Lang, de los que desde 1973 no se tenían noticias.
Lang, el hijo había cumplido ya los 41 años, apareció descalzo, muy delgado, con el pelo enredado y vestido con un taparrabos a base de cortezas de árboles. "Nadie en la aldea natal de los dos hombres imaginaba que pudieran volver después de tantos años. La cabaña en la que habían vivido, cazando animales y recolectando frutos, estaba hecha en la copa de un árbol.
Cuando le conté al protagonista de mi siguiente cita la anécdota, el señor Chong Duy, banquero muy respetado en Saigón me miró incrédulo. Pero sus dos invitados escucharon con cara de asombro y me preguntaron por los detalles. En las citas con Chong siempre era sábado por la tarde. La hacienda posee tres mil hectáreas dedicadas al cultivo del arroz junto al Mekong, un rio imperial que me recuerda las fotografías que he visto del Nilo. En un alto con vistas sobre el río, la hacienda posee un grandioso edificio colonial, un verdadero palacete de paredes blancas. Los criados y ...
... las criadas son chinos, todos pulcramente ataviados.
Cuando el coche inicia la marcha dejándome sola con los tres hombres, Madame se despide desde el asiento trasero del coche que ha puesto el banquero para nuestro traslado, haciendo oscilar su mano enfundada en un guante de encaje color hueso. Un chino algo más alto de lo habitual se lleva mi equipaje mientras Chong Duy me preguntaba si necesito tomar un baño en mis aposentos o pasamos directamente a la terraza – mirador para tomar algo.
“Me he bañado justo antes de salir” digo sonriendo de manera encantadora, como ya sé hacerlo. El banquero ríe discretamente y me invita a pasar. Hay que atravesar un vestíbulo de techo altísimo, con dos escaleras redondas y anchas que suben a la planta de arriba, donde se encuentra las habitaciones. Cuelga una lámpara de araña justo del centro del techo del vestíbulo, en el que hay pintado un exquisito fresco en estuco, representando escenas de casa. Al salir al mirador el sol se está ocultando rojo tras el rió, en un horizonte de palmeras y árboles gigantes. Los dos amigos de Chong me saludan y él me los presenta. Pero he olvidado sus nombres.
Algunas formalidades entre las que estuvo mi historia sobre los tarzanes vietnamitas y en seguida, sin perder tiempo, Chong pasa directamente al asunto.
“¿Has venido como le indiqué a Madame?”
Miro a Chong Duy y a los otros dos hombres. Deben de ser hermanos, o al menos parientes. Su parecido es asombroso, como gemelos. Elevo mi falda. ...