¿Infidelidad?
Fecha: 30/11/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Chicles, Fuente: CuentoRelatos
... pubis.
—¡Encuérate, cabrón! —le ordenas eufórica y se levanta para desvestirse presto. Tú sólo te has podido quitar el chaleco de seda y los zapatos cuando él ya está completamente desnudo. Te ayuda a despojarte rápidamente de la ropa y se incrementa tu humedad al mirar cómo se balancea su miembro por los movimientos rápidos que hace. Te quitas los calzones mientras él baja el cierre de tu vestido, quedas solamente con sostén y así te acuesta. Tomas su pene para dirigirlo hacia tu vagina y entra de sopetón pues ya estás muy mojada. Se mueven y viene, casi de inmediato, tu primer orgasmo. “¡No fue en Oaxaca, pero ya me cogiste, cabrón. Ya se te hizo!”, le gritas mientras te vienes. Fernando hace esfuerzos sobrehumanos para no eyacular, pues mira con deleite y suma excitación las muecas que delatan el furor en tu rostro. Sin soltarse, se voltean para que tú quedes encima. Te sigues moviendo desaforadamente, voltea hacia el espejo vertical de cuerpo completo que tiene en la pared y aprecia el oleaje de tus amplias nalgas, sólo se ve esa parte, pero la visión es soberbia. Tienes un par de orgasmos más y quedas exhausta. Reposas sobre él. Su miembro sigue enhiesto, pero respeta tu paz, limitándose a acariciarte las nalgas. Sube las manos y desabrocha el sostén, te levantas un poco para que pueda quitártelo por completo; vuelves a descansar sobre él.
—Así está mejor, —dice cuando siente tus pezones en su pecho.
—¡Ay, ya me hacía falta! —exclamas. Te remueves un poco más, ...
... regodeándote con lo que sientes en tu interior. Le presionas varias veces con tu vagina mientras lo besas, antes de consentir que concluya:— ¡Ahora sí!, puedes venirte.
Te baja hacia el colchón, lame tu pecho, pone una almohada bajo de ti, la cual recibe parte del abundante flujo que había escurrido en tu entrepierna. Se acomoda para subir tus pies a los hombros y te penetra lentamente. “¿Armas al hombro?”, preguntas. “Pero qué hermosas armas”, contesta besando tus piernas. Te acaricia las tetas antes de pasar las manos bajo tus brazos para tomarte de los hombros. Su movimiento se acelera, soportas la incomodidad de estar muy doblada hasta que eyacula. Cierra los ojos, le prietas el miembro con tu vagina y crees sentir otro chorro más cuando gime. Sudoroso, baja lentamente tus piernas y, sin salirse de ti, quita la almohada para recargar todo su peso un momento sobre el tuyo. Cierras las piernas y le aprisionas los testículos; él sonríe por tu maldad. Aprietas más y hace una mueca de dolor.
Al rato reposan boca arriba, él tiene su mano sobre el vello de tu pubis y con el dedo cordial acaricia tu clítoris.
—Si ya no vas a poder otra vez, mejor no me calientes... —le dices tomando su pene cubierto con algunas escamas que los líquidos dejaron al secarse; está flácido y lo sueltas despectivamente al terminar de hablar.
—Sí puedo, pero dame una hora para reponerme.
—¡Sácate, qué una hora ni qué nada! Tengo que ir a darles de comer a mis nenes —concluyes, levantándote ...