Lo que no le da el marido se la da su suegro
Fecha: 15/12/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos
... su suegro. Cuando Matías terminó de ducharse se puso la toalla en la cintura, se calzó sus zapatillas y en la puerta de la habitación le dijo a Carol con la mayor naturalidad que ya podía ducharse. Ella le dio las gracias y pese a su tímida mirada, su vista no perdió detalle de la forma que dibujaba el miembro a través de la toalla.
La ducha fue reconfortante. El agua caliente sobre su cuerpo junto a sus dedos dándose placer la llevaron a otro orgasmo en el que pudo liberar el gemido reprimido de la noche anterior.
A los dos días remitió la nevada y Matías invitó a ambos a acompañarle a ver el estado del camino que llevaba a la carretera. Como solía ser habitual, si había que ayudar a evacuar nieve, harían falta todas las manos posibles. Así era la gente de pueblo. Siempre dispuestos a colaborar en lo que hiciera falta.
—No gracias, —fue la respuesta de su hijo.
—Vale. No me acordaba que a ti no te gusta doblar el espinazo.
—Yo sí que voy, —dijo Carol, dado que tampoco había muchas cosas que hacer y no le apetecía estar encerrada en casa otros dos días, de modo que consideró que un poco de actividad física no le vendría mal.
Matías colocó las cadenas en el cuatro por cuatro, a continuación subió al coche y Carol hizo lo mismo. El coche se puso en marcha y se fue alejando mientras las cadenas iban rompiendo nieve y hielo a su paso.
—Es muy señorito. Yo no le enseñé así, pero desde siempre tuvo muy claro que no quería hacer su vida en el pueblo, por eso ...
... se marchó a la ciudad. Y no le culpo. La vida aquí es dura, pero más gratificante, te lo aseguro. Se fue a la capital, estudió y se labró un porvenir. Después te conoció a ti y os casasteis.
—Bueno, eso tampoco es tan malo.
—No, no lo es. Lo que es malo es tenerle miedo al trabajo y no querer ser solidario. Aquí nos ayudamos unos a otros. Creo que si está aquí también podría arrimar un poco el hombro. Te agradezco que vinieras. Dos manos más nunca vienen mal.
—Me vendrá bien estirar los músculos.
—Por supuesto que sí. Por cierto, ¿cómo os va? Mi hijo no habla mucho. No sabemos nada de su vida.
—Bien, nos va bien, —mintió.
—¿Seguro? —preguntó incrédulo.
—¿Por qué no habría de irnos bien?
—No lo sé, por eso pregunto.
—Por algo lo habrás dicho.
—Bueno, él no quería vivir en el pueblo, pero se marchó porque sus gustos eran otros, ya me entiendes.
—No, no te entiendo, —dijo intrigada.
—Bueno, ya sabes. Este es un pueblo muy pequeño y todo se sabe, por eso cuando dijo que quería casarse contigo me sorprendió, pero me alegré gratamente. Al final parece que encontró el camino correcto. O eso creo. Por eso te he preguntado.
—¿Estás diciéndome que tu hijo es gay?
—Bueno, creo que ya no lo es. Ahora está casado. Eso debe significar algo.
—Me estás dejando alucinada.
—¿No lo sabías?
Carol respondió moviendo la cabeza. No podía articular palabra ante semejante aseveración, pero ahora entendía la poca motivación en la cama, su disfunción ...