El regalo de Reyes
Fecha: 16/12/2022,
Categorías:
No Consentido
Autor: Hansberville, Fuente: CuentoRelatos
... leyenda.
La verdad es que a Ana el tipo le parecía que tenía un morbazo increíble. La elegancia y seguridad que transmitía eran magnéticas. Tal era esa atracción que la chica se las apañó para ser ella quien sirviera su mesa. Intercambiaron miradas y sonrisas durante los platos pero cuando se desencadenó todo fue durante la barra libre.
En un ambiente menos protocolario y distendido, Robert comenzó un acercamiento a la chica que le había servido la comida. Se dirigía a ella para pedir las copas (Jack Daniels con hielo en vaso ancho) hasta que comenzaron a conversar, miradas cómplices y… acabaron en una habitación privada de aquel salón de celebraciones echando un morboso polvo contra la pared. Ella se agarraba al cuello de aquel maduro trajeado mientras recibía los puntazos de una polla de considerable tamaño en su coño hasta un bestial orgasmo.
Meses después recibió una llamada. En la pantalla de su móvil aparecía “Catering”, nombre con el que había grabado el número de Robert después de intercambiárselo tras el polvo. Ana se sintió desconcertada. No entendía que este tipo la llamase después de varios meses. Su novio, a su lado, la miraba esperando que contestase:
-Bah, es del catering, luego llamo. –Y colgó.
Media hora después, y cuando había liquidado a su novio, llamó al tipo:
-¿Hola?, soy Ana, ¿qué quieres? –Su actitud era un poco altiva y desconfiada.
-Hola, Ana. Soy Robert, ¿te acuerdas?
-¿Robert? Sí claro.
-Verás me gustaría proponerte ...
... algo. ¿Podríamos vernos…?
Desde ese momento, un par de veces al mes quedaba con aquel maduro, casado y aburrido de su mujer para echar un par de polvos y ganarse 300 pavos. Su única preocupación era montar una coartada para librarse de la compañía, a veces, de su propio novio, y quedar con Robert. Normalmente se veían en el despacho de él, en un edificio céntrico. Otras veces en un piso que el hombre utilizaba de picadero. Pero aquella tarde de Reyes, Robert le pedía quedar en la propia casa de ella.
Ana recibió a Robert recién duchada, con su melena mojada y solamente vestida con una camiseta ancha y unas braguitas brasileñas. El hombre venía con un abrigo sobre un traje azul marino. La imagen de elegancia era habitual en el tipo. La chica tiró de él hasta su habitación y, tras cerrar la puerta de ésta, se sentó sobre el escritorio:
-Así que aquí es donde estudias…
-Sí. ¿Te daba morbo hacerlo aquí?
Robert se acercó a la chica y se besaron.
-Pues por hacerlo en mi propia habitación me tienes que pagar 500 €.
-De eso nada, Anita. Te conformas con los 300 pavos.
-Pues entonces nada. –Ana le tiró un órdago.
-A ver niña, por 500 € me tiro a una escort y no a una estudiante. Pero vamos que si quieres 200 pavos más te lo tendrás que ganar, y no me digas que solo por venir a tu casa.
-Bueno ¿y qué quieres que haga? –preguntó Ana agarrada al cuello de su amante y besándole muy cerca de la comisura de los labios.
-Podrías llamar a tu novio y que nos vea… ...