Simplemente la vida
Fecha: 07/01/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... entraba el sol por las ventanas. Mi padre, diez años mayor que mi madre, era un viajante de comercio de bastante éxito, con pretensiones sociales más allá de su realidad y ella, una rubia de ojos celestes de figura apetecible, íntima amiga de la madre de Moro y de su misma edad. Compartían clases de tenis, transpiraban el gimnasio y estaban juntas a toda hora.
Carlos en cambio, vivía con su madre en un oscuro departamento monoambiente destinado al personal de servicio, con ventanas a un patio interior en la planta baja como única fuente de luz natural y ventilación. La necesitada mujer repartía sus horas limpiando la torre y haciendo laboriosas tareas de costura que otras delicadas manos rechazaban. Mi madre y la de Moro eran sus principales clientas, y así nació nuestra inocente amistad.
Íbamos a una escuela pública cercana y durante todo el período de la educación primaria fuimos compañeros inseparables, al llegar a casa almorzábamos juntos en alguna de nuestras casas, hacíamos la tarea y luego nos lanzábamos entre risa por los pasillos.
Es curioso como el recuerdo de los sabores de nuestra infancia confunde a veces nuestra memoria. De esos años, lo que más añoro, no son las comidas en el suntuoso comedor de Moro, atendido por sus diligentes empleadas, ni los almuerzos en mi departamento acompañados de mi madre, siempre pendiente de su teléfono.
Lo que más añoro de esos días. son los sabrosos guisos compartidos entre risas con María, la madre de Carlos, en su ...
... oscuro departamento.
Su mirada triste se transformaba en una cálida sonrisa en cuanto se sentaba a la mesa y sus ásperas manos se volvían seda al hacernos una caricia. Sus consejos siempre eran honestos y de una gran sabiduría, fruto de su sufrida vida. Largas horas de charla atesoro en la memoria de mis años adolescentes, donde solo ella me comprendía.
Ese compañerismo y esa ilusión de ser iguales se rompió al ingresar a la escuela secundaria, nuestras revolucionadas hormonas y el comienzo de nuestro desarrollo físico, empezaron a marcar las diferencias.
Moro tuvo un crecimiento explosivo y rápidamente fue elegido para integrar el equipo de Rugby en las clases de educación física. Su gran cuerpo, su pelo negro azabache y sus ojos verdes herencia de su explosiva madre, pronto lo convirtieron en uno de los populares, seguido incondicionalmente por los lameculos varones y deseado por sus cachondas compañeras.
Como si nuestra vida estuviera signada por el destino y ser pareja de toda la vida nos empujara, ser rubia de ojos celestes como mi madre y el despuntar de mi figura, me llevaron a ser parte integrante de las más lucidas animadoras del equipo.
Carlos en cambio, se quedó pequeño. De altura mediana y extrema delgadez, su tez trigueña, pelo duro alborotado y anteojos de pasta, lo fueron volviendo tímido y objeto de burlas, relegándolo a la tarea de utilero del equipo, tarea que realizaba callado, triste y sin protestar.
El comentario jocoso de mi madre sobre ...