1. Madura pierde la vergüenza entre otras cosas


    Fecha: 04/02/2023, Categorías: Infidelidad Autor: carmenmadura, Fuente: CuentoRelatos

    ... algún bastorro por la calle alabando a grandes gritos el bamboleo de mis pechos o el contoneo de mi trasero, hace tiempo que no he tenido que sufrir un avance sexual. El chaval estaba muy bien; por la forma en que hablaba y se comportaba, claramente era educado, se me hacia la boca agua de limón mirando aquellos musculazos. Pero, por otro lado, yo era la respetable esposa de un alto funcionario, una mujer mayor, de respetable y respetada condición social, casada, católica y responsable, así que inmediatamente establecí las diferencias y le puse en su sitio; con voz firme dije:
    
    —No, ven tú a la mía.
    
    Al oírme decir aquello con tanta desfachatez me quede de piedra. ¡Que golfa! ¡Que perdida! ¡Que guarra! Bueno de piedra, de piedra, tampoco me quedé, porque nada más decirlo me puse el sujetador del biquini, metí deprisa todas las cosas en mi bolsa y fuimos a la habitación. Entramos, cerré con llave y le dije:
    
    —Estamos aquí con una condición.
    
    —¿Cual?
    
    —Tú haces todo lo que diga yo y nada más que lo que yo te diga.
    
    Es una buena cosa que yo nunca he creído en marcianos, telepatías u otras majaderías por el estilo, porque si no... tendría que pensar que alguien estaba controlando mi mente. ¡Yo que siempre he sido tan recatada y discreta! De alguna forma, o las puestas de sol, o los dátiles, o los jeques dominantes se me habían subido a la cabeza.
    
    —¿Cuánto tiempo vais a estar aquí? -Pregunto el Adonis
    
    —Y a ti, ¿qué más te da?
    
    —Porque acepto tu condición ...
    ... únicamente si mañana tú haces todo lo que yo te diga y nada más que lo que te diga yo.
    
    —Vale, estamos de acuerdo.
    
    ¡Increíble! Si hace dos días alguien me hubiera dicho que mirara una película pornográfica, probablemente le habría abofeteado y ahora le estaba diciendo al niñato-adonis del que no sabía ni su nombre, que mañana seria su esclava sexual y haría todo lo que él me pidiera.
    
    —Coge lo que quieras del minibar. Me voy a dar una ducha rápida para quitar el bronceador.
    
    Como una loca entré en el cuarto de baño, me quite el biquini, me duche en treinta segundos me seque en un tiempo récord y salí, completamente desnuda, a ver al niñato aquel.
    
    —¿Te gusto?
    
    —Me encantas, sobre todo tus pechazos y tus nalgas.
    
    —Vale chato, haz posturitas y enséñame esos musculazos que tienes.
    
    Mientras decía esto me senté en la cama, me acariciaba el sexo y me dispuse a hacer de espectadora. Él se ponía de perfil, contraía ora los bíceps, ora los abdominales, me mostraba un trapecio y... ¡que glúteos! La verdad es que el niño estaba para comérselo.
    
    —Anda ven aquí y dame besos en la entrepierna.
    
    El vino a la cama, me separo las piernas y con gran suavidad y ternura me besaba los muslos, la ingle, con sus labios acariciaba mi vulva mientras metía sus poderosas manos por debajo de mis nalgas y, suavemente, las levantaba para mejor exponer mi sexo. Con gran paciencia su lengua iba y venía: los muslos, los labios, poco a poco empezó a insinuar su lengua entre los labios, yo ...
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