1. No fue premeditado, pero pasó.


    Fecha: 01/03/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... el lavabo. Su suave perfume me resultaba muy sugerente y no recordaba que nunca antes me hubiera mirado en la forma que lo estaba haciendo. Me besó en los labios. Fue un beso muy suave, un roce casi imperceptible. Su mano se posó en mi entrepierna. Sentí terror y deseo a partes iguales.
    
    Desabroché el pantalón, y liberé el pene hinchado bajando ligeramente el calzoncillo que lo oprimía. Se quedó mirando un momento y enseguida lo tomó, como sopesándolo. Manteniéndolo agarrado, volvió a besar mis labios y se arrodilló frente a mí. Besó el glande sin soltarlo, y con la otra mano me acarició los testículos. Luego continúo lamiendo a todo lo largo, levantándolo para asegurarse de haberlo humedecido en su totalidad antes de llevárselo a la boca. Se lo introdujo despacio, chupando, hasta que la tuvo toda dentro, y su frente apoyada en mi pubis.
    
    Apoyé mis manos en su cabeza y acompañé sus lentas idas y venidas sintiendo una indescriptible sensación de placer al ver sus ojos, llenos de deseo, fijos en los míos mientras chupaba con deleite.
    
    No sé si pensé que me iba a correr, o me corrí sin pensar. Fue como una descarga eléctrica que recorrió mi espalda al tiempo que, extasiado y sintiendo temblar mis piernas, me vaciaba en su boca ...
    ... emitiendo un gemido de placer.
    
    Se incorporó y vino a ofrecerme su boca en la que restos del semen que no se había tragado daban brillo a sus labios. Fue un beso largo y apasionado en el que nuestras lenguas se encontraron por vez primera mientras que, bajo su falda, yo frotaba su sexo por encima de las bragas húmedas de flujo, haciendo que se estremeciera.
    
    Permanecimos así unos minutos presos de una excitación que se fue desvaneciendo y, de repente, ella salió del baño. Me asaltó entonces una sensación de culpa y vergüenza por lo que acababa de vivir como nunca antes había experimentado. Me recompuse y volví al salón. Ella no estaba. Acababa de sentarme en el sofá cuando oí que alguien llegaba y, al mismo tiempo, la puerta del baño al cerrarse. Era mi suegro.
    
    Nos saludamos con la cordialidad habitual y él se excusó por la tardanza. Yo le resté importancia avisándole de que mi esposa aún no había llegado, y de que la suya estaba terminando de arreglarse.
    
    María no tardó en llegar y, como habíamos previsto, pasamos juntos el resto de la jornada disfrutando, en franca armonía, de las actividades previstas. Ni que decir tiene que yo no podía quitarme de la cabeza el repentino deseo de poseer a mi suegra tan pronto como me fuera posible. 
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