Lavadero de pollas
Fecha: 22/03/2023,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Desde que empecé a salir de nuevo con los amigos, a los que había dejado de lado por juerguistas, estoy disfrutando mucho. Luis es uno de ellos, siempre sabía dónde ir para vivir la vida. Ahora, tengo cincuenta y cuatro años y estoy disfrutando más que siendo más joven.
Después de mi primer encuentro con Lara, en su casa, con su marido presente, mi libido subió, ¡hasta las azoteas de mi mente! El día siguiente de mi primera penetración a Lara, quedé con a mi amigo Luis. Quería que él me dijera dónde ir para tener nuevas experiencias. Él me habló de un sitio en el centro de la ciudad, donde por un módico precio te hacían una limpieza intima. Me dijo que allí solo pedían respeto y discreción; que ese negocio estaba pensado solamente como un lugar de relajación; y que después de ir una vez, no podría dejar de ir. Le dije a Luis...
—Luis, eso del aseo íntimo, sí que es algo que no había oído nunca, pero no creo que sea mejor que un masaje con "expulsión", total, un aseado, ¿no?
—Juan, no preguntes tanto y ve allí, cuando vayas, yo no irás más a masajes de solo “ordeñártela".
Al dia siguiente, después de visitar a varios clientes y, de hacer algunas ventas; fui al sitio que me recomendó mi amigo Luis en el centro de mi ciudad. El bullicio en las calles y en los comercios era tremendo, no podía ser menos siendo el centro de una gran ciudad. La mayoría de establecimientos tenían un continuo entrar y salir de gente, otros en cambio no. Entre varias tiendas de ropa y una ...
... cafetería, había un escaparate con cristales de espejo y con la puerta cerrada. La fachada del comercio era muy pequeña, apenas ocupaba dos metros de fachada. Tenía un timbre junto a la puerta y, en la parte superior del escaparate había un letrero de vinilo en el que figuraba la inscripción que me había dicho mi amigo Luis que encontraría: PAUSA Y ASEO
Toqué al timbre y vislumbré un ojo a través de la mirilla; a los dos minutos se abrió la puerta. Una señora de unos cuarenta años, muy guapa y correctamente vestida, me hizo pasar y me preguntó...
—Buenos días, ¿ha estado antes por aquí?
—No, me ha recomendado un amigo este sitio. Desearía que me asearan.
—Acompáñeme.
Me hizo pasar y cerró la puerta de la calle. La entrada era una pequeña habitación con una puerta interior, además de la de la calle. Me dijo la señora...
—Le pedimos que sea respetuoso y que se deje guiar por quien le haga la limpieza y por lo que ella o él le digan. Se trata de salir aseado y relajado.
—Me parece bien, señora.
Abrió la puerta interior y entramos en otra habitación más grande. Había cinco señoritas y un muchacho sentados en dos mesas, entretenidos con sus móviles, tendrían entre veinticinco y veintiocho años. La señora que me recibió, sacó de un mueble una toalla, unas chanclas y me las dio. Me dijo que eligiera quien quería que me hiciera la limpieza.
Miré a todas y al muchacho y todos me miraron a mí; eran todas preciosas, incluso el joven era guapo.
Elegí a una ...