1. En la pensión.


    Fecha: 29/04/2023, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Fue aquel verano, en vacaciones. Mi novia y yo estábamos durmiendo en una pensión. La más barata que encontramos.
    
    El dueño, un señor mayor que rozaría ya la edad de jubilarse, con la excusa de despertarnos a la hora que le habíamos dicho el día anterior, entró en la habitación sin llamar a la puerta. Sin avisar ni nada.
    
    Por la noche, juraría que había estado tras la puerta escuchando los "ruiditos" de la cama.
    
    Yo estaba en la ducha. Hacía un calor infernal y ella estaba dormida, completamente desnuda encima de la cama.
    
    La habitación estaba en medio penumbra, pero con luz suficiente para ver cualquier cosa. Se quedó quieto mirando. Vio perfectamente sus tetazas y el felpudo en pleno esplendor.
    
    Miró hacia los lados. Supongo que buscándome. Contesté desde la ducha.
    
    Las voces la despertaron. Tardó uno segundos en reaccionar. Con cara de susto se dio cuenta dónde estaba y sobre todo que el tipejo en cuestión se la estaba comiendo con la mirada. Intentó agarrar la sábana para taparse, pero no lo consiguió. Lógico. Estaba tumbada encima de ella. Se tapó los pechos como pudo con las manos. Juntó las piernas y se giró enseñándole el culito. El vejete ya tenía una vista completa de mi novia desnuda.
    
    De mala leche le dijo que vale, que ya nos había avisado, que se fuera inmediatamente de la habitación.
    
    Ni pidió disculpas ni nada. Simplemente se giró. Con calma, sin prisa. Al llegar a la puerta volvió la cara y echó una última mirada.
    
    En el desayuno no paraba ...
    ... de mirarla. Se sentó de frente a ella. Se la comía con los ojos. Sin apartar la mirada de sus pechos nos explicaba cómo ir a las mejores playas. “Las que les gustan a los jovencitos” porque no iba nadie. Creo que lo decía con segundas, pero a mí me daba igual. Bueno no. Si había poca gente, a lo mejor hasta la convencía para bañarnos en pelotas o incluso, echármela un polvete playero.
    
    El vejete hablaba, hablaba… y mientras, la devoraba con la mirada. Yo sabía por qué era. Seguro que tenía la polla tiesa. A mí se me estaba poniendo más dura que un palo.
    
    Llamaron al teléfono y de mala gana fue a atenderlo. En cuanto se levantó me dijo que estaba mosqueada con el viejo mirón, que quería cambiar de pensión, que quería irse…. Era un cerdo, un mirón un…. Yo la decía a todo que sí.
    
    Nada más terminar de desayunar, fuimos a la habitación. Fue cerrar la puerta y antes de abrir las maletas para irnos de allí o en el mejor de los casos, para preparar lo de la playa, la empujé a la cama. Cayó de bruces. Me tiré encima y zas.
    
    La bajé el pantalón del chándal y las bragas. Todo junto.
    
    -. ¿Pero qué haces? Dijo, intentando darse la vuelta.
    
    La “ataqué” desde atrás. Mi polla entró sin problema. No es que estuviera “abierta”, es que además estaba completamente calada. Vamos que el salido, no solo era yo.
    
    Sin sacársela, agarré la camiseta y se la subí. Agarré las tetas. No podía masajeárselas bien al estar tumbado encima de ella por detrás, pero si podía estrujarlas como a mí ...
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