Ocurrió en el sur
Fecha: 11/06/2023,
Categorías:
No Consentido
Autor: campillo, Fuente: CuentoRelatos
Como toda chica de provincia, concluido el secundario me fui a estudiar a Buenos Aires donde me recibí. En el ínterin, tuve una vida todo lo normal que puede ser; salí, tuve novios, con los me inicié sexualmente, aunque nunca fui ni muy exitosa, ni muy activa; estando sola y cuando amagaba llegar a los treinta y con perspectivas de soltería, conocí al que sería mi marido. Nos enamoramos y me casé con él; desde entonces ha sido el hombre de mi vida.
Teníamos un proyecto personal de familia y abandonamos todo para irnos al sur, donde nos instalamos en esas inmensidades, en un pequeño pueblo, donde hicimos nuestra familia y tuvimos nuestros hijos, todavía pequeños al día de hoy. Pero lamentablemente o no, formamos una familia clásica, esa en la cual la mujer se encarga del hogar y el marido de su sustento, y eso fue generando con el tiempo una situación especial de dependencia y de cuasi sumisión, porque mi marido me hizo sentir el yugo de saber que estaba sola y que sin él no tenía dónde ir, ni a quién recurrir, con mis hijos.
Eso no obstante y pese al transcurso del tiempo, el deterioro natural, los disensos…, yo he seguido enamorada de mi marido. Así, poco a poco se fue configurando una situación en la que él fue mostrándose cada vez más exigente y malhumorado, autoritario, en muchas ocasiones de modo inexplicable. Todavía somos jóvenes con mis 42 años y conservo una excelente figura. No escatimé esfuerzos todo ese tiempo en procurar su contento; puse todo de mi, lo ...
... atendí lo mejor que supe, me mostré sexualmente ávida de él y no le negué nada de lo que me pidiera, aunque nunca fue nada raro. Pero el encanto inicial, se había disipado y la relación había cambiado.
Hace un par de años, apareció por nuestra casa, de visita, un viejo amigo suyo: Félix.
Estaba solo. Venía huyendo de un grave fracaso matrimonial, mezclado con un quebranto económico y una serie de desgraciadas decisiones, y buscaba amparo. En casa lo encontró y se hizo habitual que nos visitara, cosa poco frecuente en esos lugares de soledad y viento. Largas charlas entre los hombres en las tardes grises y ventosas del sur, copas de por medio, mientras yo me ocupaba de las cosas de la casa.
Una tarde de sábado, la conversación se inició con el tema de la pareja, y fue derivando a cuestiones personales, especialmente relativas a Félix, que hizo una confesión quejosa de su insatisfacción sexual, marcada por su envidia de nosotros. Yo tejía algo, indiferente de la conversación de los varones; Marcelo, mi marido, le sugirió ir de putas o recurrir al onanismo para aliviarse, pero Félix se mostró reticente a ambas soluciones: solamente aceptaría la masturbación de una mano amiga, pero no la suya propia.
Palabra va, palabra viene, la conversación derivó hacia la expresión de su deseo real: que fuera yo quien lo aliviara. Yo, creí que Marcelo lo mataría, y me confié en él, pero contrariamente a eso, escuchó lo que decía su amigo como algo posible y me propuso:
-¿Te animas ...