Alejandro, el blanquito
Fecha: 30/06/2023,
Categorías:
Hetero
Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos
Tercera parte de una novela, que empezó con "Mamani el boliviano" y siguió con "Irina la rusa". Que voy desarrollando de a poco.
Mamani, estaba fascinado por la estrafalaria apariencia de Alejandro –el blanquito–, desde que se lo cruzó por primera vez cuando estaba caminando con su hija Lesya, cerca del puente Nueve de Octubre un domingo húmedo y nublado de otoño. Era la primera persona con albinismo que había visto tan de cerca y le pareció algo muy curioso. Hasta se dio la vuelta para seguir viéndolo y su hija, que era un pequeño bicho de cabello rubio –mi luciérnaga de la vida–, había hecho lo mismo. Curiosidad innata. También se lo ha cruzado cerca del Palacio del Marqués de Dos Aguas un miércoles frío y soleado de invierno, mientras estaba con otros miembros de la comunidad boliviana yendo a un restaurante. En otra ocasión fue igual pero en los alrededores del Teatro Principal de Valencia, un viernes ventoso de primavera. Siempre que lo veía le producía la misma sensación. Le parecía alguien de apariencia simpática. Simpática, pero también triste, la mirada del muchacho era muy parecida a la triste mirada que apenas dejaba de dar el argentino Ernesto Sábato, en una entrevista que le hicieron en un programa llamado Hora Clave con Mariano Grondona, allí por la última década anterior al año dos mil.
No lo quería admitir al principio, pero el chaval le inspiraba compasión. Una compasión que se comportaba como una bola de nieve de lenta caída, dentro de la conciencia ...
... del amerindio. El viejo de ojos pequeños y cejas arqueadas había llegado a una edad, y a un nivel de sensibilidad tal, en la que se fijaba mucho en ciertos detalles en las personas que veía al caminar, sobre todo los aquellos relacionados al estado de ánimo que expresaban, sin decirlo, en el tono de voz y en su forma de mirar.
A partir de la cuarta coincidencia, durante un caluroso sábado veraniego a cuadras del complejo de Ciudad de las Artes y las Ciencias, empezó a toparse con él con más frecuencia, y casi siempre cerca de allí. El bisoño debió haber conseguido un trabajo en aquellos alrededores, pensó el hombre, que gustaba de vestir la mayoría de las veces una camisa blanca con las mangas arremangadas. Y hubo un día, en que a Mamani se le ocurrió seguirlo, solo y a dos metros de distancia él, sin que éste se diera cuenta. Quiera saber a dónde hacía sus paradas. El sólo hecho de verlo le daba nuevas ideas para escribir una nueva obra de ficción, justo cuando pensaba que ya estaba seco de ellas. Su intención era hacerle una entrevista, y estaba dispuesto a pagarle algo de dinero por ello.
Una de las paradas del joven rioplatense era el edificio en donde vivía, pero Mamani no se quiso apurar en entrar y presentarse, no quería parecer un tipo raro o molesto como un testigo de Jehová, ni mucho menos intimidarlo. Pero quería conocerlo, y estuvo días pensando en alguna estrategia viable. Otra de las paradas del emblanquecido joven era precisamente el lugar en donde se iba a ...