Alejandro, el blanquito
Fecha: 30/06/2023,
Categorías:
Hetero
Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos
... que no. Estoy seguro que no, mirando cómo te pusiste. De acá a doscientos metros se nota que eres un pibe bueno”, le dice Mamani queriendo tranquilizarle la conciencia. “Te lo dice alguien sufrió en cuerpo y alma la espesa niebla contaminante del racismo, y el colmillo envenenado de la xenofobia”, terminando la oración haciéndose el poeta.
Esa última frase lo despertó un poco a Alejandro, a quien le gustaba y estaba acostumbrado al lenguaje figurado, o a cualquier cosa que sonara a poesía, y quiso cerrar el tema que éste había tocado con broche de oro. Y lo hizo.
“El odio es a la madurez social, lo mismo que el mazo y el cincel son al ladrillo”.
“¡Exacto! ¡Exacto, muchachón!”, exclamó Mamani, reafirmando su postura moviendo la cabeza, sonriendo forzosamente para no querer aparentar estar demasiado serio por escuchar aquella frase. Y ese, es uno de los primeros ejemplos de cómo Mamani fue marcando territorio en el terreno de la confianza de Alejandro. Una cercanía por parte del amerindio que al principio fue interesada, pero el tiempo y las circunstancias terminaron haciendo que éste empiece a quererlo casi como otro de sus hijos.
Era una realidad que el albino era, además de ser poco conversador, alguien también de sonrisa cansada, como la que solía expresar Irina normalmente, incluso estando en su mejor estado de ánimo, desde que quedó huérfana de madre por causas naturales, cuando ésta sólo era una criatura de seis años. A Mamani le era imposible evitar ...
... hacer esa comparación al principio. Era muy raro verlo reírse a las carcajadas. Su mirada, por la naturaleza que tenían sus ojos, también era llamativa, y su personalidad a simple vista, era serena la mayor parte de tiempo. Un aburrido, provocador de efectos somníferos, llegaba a opinar sobre sí mismo, y el amerindio le daba la razón pero a medias, haciendo una broma en referencia a su carencia de pigmentación en la piel. Otras veces le restaba importancia al asunto diciéndole “¡está bien!”.
Habían pasado entre dos y tres meses desde su primer encuentro, entre charlas y conversaciones que algunas eran triviales pero otras eran más profundas. Había pasado un tiempo en que al hombre, cuya voz era sobria y atractiva en lo formal y hasta graciosa en lo informal, le fue más que suficiente para empezar a mostrarle al albino pequeñas fotografías de su primera familia que tenía en su billetera, y algunas fotos que tenía en su teléfono móvil de su actual familia, y de su hijo biológico, un profesor de literatura general, cuyo nombre completo era Luriel Yaguatí Guyrayú Mamani.
Alejandro, ni bien observó las primeras imágenes, se sorprendió. Su vista estaba más abierta de lo normal, y sonriendo traviesamente, lanzó un comentario irónico. “Se parecen mucho a usted. Todos ellos están calcados salvo por el hombre más joven”, dijo justo antes de hacer su primera risa fuerte en mucho tiempo, achinando sus ojos. Mamani le siguió el juego. “¡Sí! Es más, siempre hay alguno que me pregunta, ...