Amores de Juventud
Fecha: 01/07/2023,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Aparqué el taxi en una calle cercana a la casa. Procuré acercarme utilizando las sombras que me ofrecían los escasos faroles de la calle, utilicé la puerta trasera que, como esperaba, estaba con el cerrojo sin echar. Solo la cerradura que abrí con la llave que me había facilitado la dueña. Sigilosamente cruce el corral y entré en el edificio. Atravesé la cocina y el pasillo con la planta baja en la más completa obscuridad y subí la escalera. Entré en la habitación, como tantas veces. Ella dormía plácidamente bajo las mantas. Me gustaba escuchar su respiración acompasada… Hacía frio. Me desnudé y tiritando me acosté junto a ella, tratando de no destaparla, despertándola.
— ¡Vienes helado! Anda, arrímate y te caliento… ¡Uuhh, qué fríos traes los pies!
El calor que desprendía el cuerpo de Lidia me calentaba, no solo por fuera… Mi polla crecía por momentos y, como si fuera autónoma, se entremetía entre las preciosas nalgas. Me daba la espalda. Solo un impedimento se interponía; el camisón que acostumbraba a ponerse cuando estaba sola. Con su ayuda tiré de la camisola hasta enrollarla en su cintura y ya expedito el camino, desde atrás, acariciando su dorso y pasando la mano por su axila llegué a sus tetas sobre la tela. Con la otra mano pinté con mi brocha la grieta que se me ofrecía. Mi hombría entró en la ya húmeda cavidad que esperaba anhelante. Estaba muy excitado y en apenas unos minutos bombeando con furia, descargaba en su vientre. Ella no disfruto. Le costaba ...
... bastante llegar a excitarse.
– Venías cargadito ¿Eh? Me dijo con sorna.
– No puedes imaginarte cuanto mi vida. Llevo una semana esperando este momento…
– Y yo, mi amor… Y yo…
Se giró hacia mí, yo, de lado, sobre mi costado derecho, acaricie su vulva con la mano izquierda, abarcándola en su totalidad; mi dedo corazón se internó en la empapada grieta pasándola desde el perineo hasta su botoncito. Un gemido delataba su placer. Rodeé con delicadeza su capuchón; ella con sus dedos se pellizcaba los pezones. Como pude entré por el escote del camisón para apartar una de sus manos y relevarla en tan grata empresa. En este punto estaba muy excitada. La besé con deseo, nuestras lenguas pugnaban por penetrar al otro y los labios blandos se fundían en una lujuriosa lucha.
Sus suspiros, el temblor de sus piernas inquietas, señalaban la cercanía de su clímax más extemo… Y llegó… – ¡Aaaahhhh, Manoloooo…! ¡Me corrooo! ¡Aaaahhgggggg!
Una convulsión que la levantó de la cama, apoyada en sus talones y la espalda, seguida de otras de menor intensidad marcó el fin del encuentro. Nos quedamos un tiempo abrazados, acariciándonos con delicadeza, besándonos. Me gustaba pasar mi mano por su pelo, peinándolo con mis dedos, acercándolo a mi cara para embriagarme con su olor… De nuevo la excitación enderezó mi hombría que se colaba entre sus muslos. Más besos, más caricias…, con su mano apresó el objeto de su placer para conducirlo hasta su cálida abertura, entró con suavidad, me monté sobre ...