1. Gemidos en el despacho


    Fecha: 12/07/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    El ambiente del cuarto estaba sobrecargado. Llevábamos horas preparando un proyecto para un simposio sobre el autismo, sentados uno junto al otro delante del ordenador. No me di cuenta hasta que salí del despacho para dirigirme al baño. Eran ya cerca de las once de la noche. Los demás compañeros del gabinete de psicopedagogía donde trabajábamos ya se habían ido a sus casas.
    
    ―Yo no puedo más ―le digo irguiéndome en la silla, masajeándome el cuello. ―¿Lo dejamos por hoy? Ya no sé ni lo que leo.
    
    ―Venga, mujer, sólo un par de horas más ―me dice frunciendo el ceño, mirándome como solía hacer, fijamente.
    
    ―¿Un par de horas más?, ¿pero tú qué es lo que tomas? ―le digo usando ese tonillo de indignada que no me creía ni yo misma y que solía emplear con él. Ya nos conocíamos demasiado bien. Al pronunciar la frase, su cara impostada de cascarrabias dio paso de inmediato a una amplia sonrisa. Le encantaba incordiarme. ―Quédate tú, si quieres. Me voy a hacer un pis y recojo.
    
    Al traspasar el umbral, noté el aire más fresco y limpio, libre de las emanaciones con que nuestros cuerpos tibios habían inundado el despacho durante horas. El contraste me dio en la cara.
    
    ―No dejes abierta la puerta del baño ―me dice―, como haces siempre, que no quiero oír tus chorritos de alivio.
    
    Me quedo parada en el pasillo. «¿Como hago siempre?» ―pienso para mí―. «¿Pero qué está diciendo este energúmeno?» Doy media vuelta y estoy a punto de regresar al despacho cuando caigo de nuevo en la ...
    ... cuenta de que ha puesto en modo "on" su maquinaria pesada para sacarme de quicio. Estoy a punto de soltar una carcajada, pero me reprimo. Me llevo la mano a la boca, sofocando la risa, y vuelvo a dar media vuelta para dirigirme al baño. Cuando logro recomponerme, le suelto mientras camino:
    
    ―Tranquilo, que ya la cierro. Es que yo pensaba que te gustaba oírme... ―le digo sin poder evitar reírme, mordiéndome el labio cuando hube terminado la frase.
    
    Dentro del baño, con las bragas en las rodillas y la falda remangada, no puedo evitar sentirme algo inquieta, para mi sorpresa, ante mi sospecha de que él pudiera estar oyendo «mis chorritos de alivio». Me cruzaban por la mente pensamientos absurdos. Diego tenía la habilidad de ponerme "nerviosa" con sus tonterías.
    
    A menudo, cuando yo trabajaba en el ordenador y los demás compañeros estaban en sus despachos enfrascados en sus trabajos, atendiendo a algún niño con problemas de dislexia o de atención, Diego aprovechaba para acercarse al mío y ponerse a observar por encima de mi hombro, muy serio, el texto que yo tenía a medio redactar. Sin decir una palabra, acercaba su dedo índice a la pantalla, tieso como una flecha, y me hacía notar el error de ortografía, de semántica, de puntuación o cualquier otra cosa que le sirviera para incordiarme. Yo soltaba un bufido, y a continuación le decía algo como:
    
    ―¿Por qué no te metes el dedito donde te quepa, guapo?
    
    ―Yo sólo intento ayudar ―seguía diciendo muy serio, haciéndose el ...
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