1. Gemidos en el despacho


    Fecha: 12/07/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... bombeándome aprisa, excitada por aquellos gemidos perturbadores. Siento unas ganas tremendas de averiguar por qué esa mujer está disfrutando tanto. Así que rodeo la mesa y me asomo a ver qué está ocurriendo, haciendo enormes esfuerzos por esquivar la presencia de su pene, tan cerca de mí. Veo a una mujer morena, abierta sobre una mesa, descalza y con las piernas alzadas. Se sujeta con una mano la falda alrededor de la cintura, amontonada, y con la otra empuja la cabeza de un chico, desnudo de medio arriba, que está lamiéndole la vulva. Sus pechos están desnudos. Ella echa la cabeza hacia atrás, emitiendo gemidos entrecortados y moviendo instintivamente su pelvis, mientras la lengua puntiaguda del chico vibra sobre su clítoris.
    
    Diego se da cuenta de que estoy observando la escena, boquiabierta, y, sin mirarme ni un momento, estira el brazo y arrastra la silla vacía hacia sí, colocándola a su lado, para que yo me siente. Yo lo hago, nerviosa como la gelatina, y desplazo la silla hacia atrás, colocándome a diferente altura, más retrasada que la suya. Lo hice, quizás, motivada por mi vergüenza y mi pudor, pero enseguida me doy cuenta de que de esta forma lograba una perspectiva perfecta para observar su maniobra con su polla, que a estas alturas estaba completamente erecta, y de la escena tan caliente que estaba teniendo lugar en la pantalla.
    
    Yo no podía estar más colorada, más nerviosa y más acalorada. Gracias a Dios, él no podía verme, así que me daba igual. Verle ...
    ... tocándose la polla delante de mí sin ningún pudor y verle disfrutar de la escena pornográfica sin prestarme la más mínima atención me puso cardíaca, cachonda perdida. Comencé a sentir un cosquilleo en mi entrepierna, notaba cómo se me humedecía por momentos. Empecé a presionar mis muslos entre sí, buscando ese roce y activando los músculos de mi vagina.
    
    Haciendo el menor ruido posible, comencé a acariciarme un pecho sobre la camisa. Notaba cómo el pezón empezaba a erizarse. Llevé mi otra mano a mi entrepierna y comencé a frotarme por encima de la falda, conteniendo mis ganas de subírmela y acceder a mi sexo.
    
    Pronto me noté tan excitada, que en un acto de valentía o de inconsciencia ―en estas ocasiones debo confesar que se me nubla el entendimiento y no sé muy bien lo que hago―, me levanté la camisa, evitando hacer cualquier ruido que le hiciera sospechar, y empecé a tocarme los pezones sobre el sujetador de encaje, haciendo brincar mis ojos desde el ordenador hasta su polla y desde su polla al ordenador, excitada como una mona.
    
    Pero enseguida el contacto áspero del sujetador me resultó molesto y me lo subí también, despacio, sin hacer ningún ruido que pudiera invitarle a mirar, y dejé mis senos al descubierto. Me ardían las mejillas. No podía creer lo que estaba haciendo.
    
    El temor de que él girara la cabeza me hacía temblar, pero al mismo tiempo me ponía como una moto. No podría soportar que me viera de esa guisa, con los pechos desnudos, dejándome llevar de esa manera, ...
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