Gemidos en el despacho
Fecha: 12/07/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos
... agraviado.
―Sí, ya, claro, por supuesto. Anda, niño, métete en tus cositas ―le decía yo, empujándole, sin ninguna convicción. Él se quedaba allí, apoyado en el respaldo de mi sillón, mientras yo trataba de seguir escribiendo, cada vez más "nerviosa". Yo tenía mis razones para estarlo.
―Muy bonito ese color ―me soltaba. Yo me quedaba descuadrada un momento, hasta que lograba encajar el comentario.
A mí sí que me subía el color y el calor hasta las orejas. Yo trataba de no despegar la mirada de la pantalla, ruborizada. Se refería a mi sujetador. Tenía la manía de mirarme el escote desde arriba y decirme estas tonterías.
―Me alegro tanto de que te guste ―le decía yo, aparentando hastío, como si estuviera de vuelta de todo, pero ¿a quién iba a engañar?
―Sí, sí, muy bonito ese azul pálido, por no hablar del encaje. ¿No crees que se te ve demasiado?
«Me lo cargo», pensaba yo para mí, tirando instintivamente hacia arriba de la solapa de mi camisa de cuello, sin mangas, color salmón, que me había puesto ese día. Después, volvía a empujarle para que se fuera:
―Anda, bonito, vete a decirle a tu tía la ropa que tiene que ponerse ―y él se marchaba, partiéndose de risa.
Por culpa de estas tonterías, me vi en más de una ocasión delante del espejo, antes de salir para el gabinete, por la mañana, pensando si se percataría de mi nuevo modelito. «¿Será posible?», pensaba yo para mí.
En el baño, aún inquieta, y con las bragas en las rodillas, cojo un trozo de papel y ...
... me limpio. Tiro de la cadena, abro la puerta y me dirijo al despacho. Al traspasar el umbral, el ambiente cargado vuelve a invadirme: el cuarto huele a nosotros. Con paso perezoso, camino inconscientemente hacia la silla que había ocupado minutos antes, pero algo me detiene. Es su cara. Está mirando fijamente a la pantalla, con el rostro inmóvil, muy serio. Me quedo parada en medio de la sala.
―¿Qué te pasa?
Él no se inmuta, y tampoco me contesta. Sigue mirando la pantalla, concentrado, los ojos muy abiertos.
―¡Eh, niño!, ¿qué te pasa? Estás muy serio.
En vista de que no me contesta, avanzo unos pasos por el despacho y me asomo a la pantalla del ordenador. Quiero ver qué es eso que le tiene tan abstraído. ¿Y con qué me encuentro?
―¡Pero qué haces!, ¿estás loco? ―le digo con la boca abierta, echándome instintivamente hacia atrás, como alejándome de una fuente de infección.
Estaba viendo una película porno, ¡en el despacho! Yo me llevo la mano a la boca y noto una ráfaga de calor invadiéndome el cuerpo. El corazón se me acelera por momentos. ¿Y qué hace él? Sonríe abiertamente, borrando de un tirón su expresión de seriedad, y me dice:
―¿No querías relajarte? Pues esta me parece una forma estupenda.
Por un segundo, no sé cómo reaccionar, sigo con la boca abierta, bloqueada ante la escena. Aunque nunca sé si se me nota, sé perfectamente cuándo me sucede, y en ese preciso momento sentí cómo el rubor invadía mis mejillas. No supe dónde meterme. El corazón me ...