Gemidos en el despacho
Fecha: 12/07/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos
... batía con redobles.
Decido irme al pasillo, sofocada. Mientras me alejo, veo que él no se mueve de la silla y sigue mirando la película, impasible. Ya en el pasillo, trato de respirar el aire limpio, hacerlo penetrar dentro de mí con la esperanza de recobrar la serenidad y "desintoxicarme" del ambiente viciado del despacho. Pero es en vano. La escena me atrae como un imán. Además, Diego no me facilita las cosas. Desde el pasillo, oigo que me dice:
―¿Quieres calmarte? No es más que un entretenimiento inofensivo.
Yo sigo acelerada, caminando arriba y abajo. Le digo:
―Desde luego, vaya un entretenimiento para practicarlo en mi despacho ―le digo excitada. La acústica del pasillo hace que mi voz parezca como salida de una cámara de resonancia
―Pues yo no veo qué tiene de malo.
Sigo nerviosa, dando pasitos inquietos adelante y atrás. Desde allí, creo escuchar lo que parecen ser jadeos, concretamente los de una mujer que parecía estar pasándoselo «muy bien». Ese sonido me enciende, espolea mi pulso y mi curiosidad morbosa, haciendo que me fuera aproximando cada vez más a la puerta. A medida que me acercaba, escuchaba cada vez con más claridad aquellos jadeos entrecortados, y mi excitación aumentaba a cada segundo. Finalmente, en un arrebato, sin saber muy bien qué estoy haciendo, asomo la cabeza por el umbral y veo que él sigue sin quitar el ojo de la pantalla. Y lo que es peor aún: tiene el pantalón desabrochado y veo que se ha sacado el pene.
Me quedo ...
... petrificada, con la boca abierta de par en par, que tapo con la palma de mi mano. Por un segundo, no sé si darme la vuelta. La imagen me deja sobrecogida. Le observo tocarse su miembro erecto arriba y abajo, suavemente, el glande rojo e hinchado bien visible, como una enorme guinda ensartada en un palo. «Qué gruesa la tiene», me sorprendo pensando. De pronto, gira la cara y me mira fijamente. Le noto muy ruborizado, pero quiere aparentar tranquilidad. Me pilla mirándole el miembro y me pongo roja como un tomate. Retiro mi mirada, totalmente turbada, sin saber dónde posarla.
―¿Qué te pasa? ―me dice con tono impasible, sin dejar de tocarse. Yo no sé para dónde mirar, esquivo su sexo desviando los ojos, mirando a todas partes, con las manos temblorosas alrededor de mi boca. Vuelve a intervenir:
―¿Te quieres tranquilizar? ―me dice levantando la palma de su mano izquierda, mientras con la otra sigue acariciando su sexo.
Yo no sé qué hacer, camino adelante y atrás, inquieta, dando pequeños saltitos, pero me resisto a salir del cuarto. Él no deja de mirarme, mis ojos viajan por toda la estancia, las paredes, el techo. Llevo mi mano a la frente, haciendo pantalla, pero la visión de su pene hinchado parece colarse allá dondequiera que miro.
Él me obvia, sigue a lo suyo, y deja de prestarme atención. Gira la cara de nuevo al monitor, y me dice:
―Cálmate, anda.
El ordenador sigue emitiendo fuertes jadeos. Sigo de pie, dando pasos alrededor del cuarto, acalorada, con el corazón ...