1. Gemidos en el despacho


    Fecha: 12/07/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... sin ningún control sobre mi deseo. «Si me mira, me muero», pensaba para mí, aunque en el fondo deseaba que lo hiciera.
    
    Comencé a acariciarme los pechos y a pellizcarme los pezones con los dedos. Estaba cada vez más cachonda, y rezaba para que no volviera la cabeza y me viera así, tan «desordenada», como habría dicho mi madre. Pero no podía parar de tocarme, y, a medida que lo hacía, iba necesitando cada vez más.
    
    Confiada y un tanto tranquila de que él siguiera a lo suyo, me incorporé un poco para subirme la falda y poder acceder a mi entrepierna. Pero justo en ese momento él gira la cabeza y a mí se me sacude todo el cuerpo. Allí estaba yo, tratando de subirme la falda, con la camisa y el sujetador recogidos hasta el cuello, los pechos colgándome desnudos, y él observando todo el cuadro. Para más inri, me dice impasible, con una ligera sonrisa en la cara:
    
    ―¿Qué haces?
    
    Yo me quedo de piedra, ridícula en aquella postura y con aquella pinta, roja como una granada, y no se me ocurre otra cosa que decir:
    
    ―Lo mismo que tú ―y me siento muy despacio, continuando con mi propósito, que era remangarme la falda para tener libre acceso a mi sexo. Él me observa hacerlo, echando una ojeada tranquila a mis bragas expuestas y me dice:
    
    ―Pues me parece muy bien.
    
    Él gira su cabeza, se concentra de nuevo en la pantalla del ordenador y los dos continuamos tocándonos: él, su miembro enhiesto y yo, mi vulva húmeda sobre la tela de la ropa interior. Mis mejillas debían estar del ...
    ... color del ketchup, pero ya no me importaba. ¿Acaso podían "empeorar" más las cosas? Así que metí mi mano por debajo de las bragas y comencé a tocarme el sexo. Lo tenía empapado, y, para mi mayor vergüenza, comenzaba a notar mi propio olor flotando en el aire. «Dios mío, ¿lo notará él también?», pensaba. «Estás loca, Pilar», seguía diciéndome sin parar de tocarme.
    
    Yo estaba cada vez más cachonda. Después de unos minutos, algo se apodera de mí de nuevo y me veo arrastrando mi silla hacia delante, colocándome a su altura. Lanzo el brazo hacia su entrepierna, le agarro la polla y hago que retire la suya, cosa que él hace encantado, dejándola apoyada sobre su muslo mientras yo lo manipulo. Se la sujeto con el puño y siento el calor que desprende, su grosor, su dureza: ¡qué dura la tenía! Tengo el cuerpo electrizado de excitación. No puedo dejar de tocarme el sexo y los pechos mientras se la acaricio despacio, arriba y abajo, manchándome el borde de la mano con las lágrimas que brotan por la punta brillante.
    
    Casi de inmediato, él desliza su mano izquierda sobre mi muslo desnudo y me busca la raja, que yo le ofrezco abriendo un poco las piernas. Enseguida alcanza su objetivo y yo empiezo a notar sus dedos acariciarme sobre la tela húmeda.
    
    Entonces acudo en su ayuda y, con mi mano izquierda, retiro las bragas hacia un lado y se la ofrezco desnuda. La excitación me hace temblar. Él comienza a tocarme, primero acariciando abajo y arriba, suavemente, con la palma de la mano, y ...
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