Mi primera aventura
Fecha: 28/07/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... sentí como aquel grandullón me acogía entre sus brazos. Puede incluso que se me escapase una lágrima de la emoción. Le conté lo sucedido y él me tranquilizó. Nos quedamos inmóviles mirándonos fijamente el uno al otro y entonces el se agachó y fundió mis labios con un intenso beso de su boca.
Alberto me ofreció tomar una copa, pero de pronto me acordé de mi marido. Entre lo de aquellos gamberros y mi encuentro con él, se me había ido el santo al cielo, Alfonso estaría preocupado por mi tardanza. Antes de marcharme le pregunté a Alberto si iba a estar más tiempo ahí, y me dijo que estaría el tiempo que hiciera falta. No sé de donde saqué el valor, si del deseo que vi en sus ojos o de las ganas que tenía de estar con él.
—¿Quieres pasar la noche conmigo? —le pregunté.
Él sonrió con incredulidad, eligiendo las palabras antes de responder.
—Me muero por pasar la noche contigo.
Sólo faltaba una cuestión por resolver. Respiré hondo y fui a buscar a mí marido.
No fue necesario, Alfonso estaba apenas tres metros más allá. Lo había presenciado todo, tanto lo de los gamberros como lo del chico de la playa, había reconocido a Alberto. Mi esposo confesó entonces que también había visto de reojo lo ocurrido en la playa aquella misma tarde.
Sentí gran alivio al comprender que Alfonso había sido mi aliado en todo momento. Eso me dio confianza para pedirle un último favor, uno muy importante para mí y que esperaba que él me lo pudiese conceder.
Estaba ...
... incomprensiblemente tranquilo cuando me preguntó cuál era ese favor.
Entonces tuve que tomar aire y sin más rodeos se lo dije: “Necesito pasar la noche con ese chico.”
Alfonso hizo una mueca al confirmar sus sospechas. Mi esposo entendió que si se oponía a mi deseo yo lo haría a escondidas cualquier otro día o, peor aún, me quedaría con las ganas y le guardaría rencor toda la vida. Aún así Alfonso tenía dos alternativas y hubo de escoger. Me miró a los ojos, tomó mi cara entre sus manos y besándome, dijo:
—Vete. Pásalo bien.
—No me esperes despierto —reí emocionada y le besé de forma compulsiva.
Cuando dejé de besarle, mi esposo apuró su copa, me miró por última vez y se marchó.
Desperté con los rayos de sol estrellándose contra la ventana. Me llevó algún tiempo tomar consciencia de dónde estaba, qué hora era y qué había sucedido. Habría dormido cuatro horas a lo sumo, me encontraba exhausta, agotada. Mi cuerpo protestó al primer intento de moverme, era su forma de advertirme de que necesitaba seguir durmiendo para recuperarse de la maratón de la noche anterior. Lo siguiente que noté fue la quemazón en mis partes íntimas haciéndome recordar el placer soportado tan sólo horas antes. Volví la cara y allí estaba él, dormido a mí lado, parcialmente tapado por las sábanas, pero tan desnudo como yo. Me quedé mirándole, rememorando cada momento vivido.
Estaba todavía aturdida, aletargada. Los recuerdos se confundían como si surgieran repentinamente entre la espesa niebla. ...