En casa de mi jefe: Cuarta parte donde cumplo mis deseos - Relatos Eróticos

En casa de mi jefe: Cuarta parte donde cumplo mis deseos

... ciudad y nunca se va, tiene más dinero que yo, tiene más dinero del que mi padre tenía... Me siento como él, usado.

No me gustaba donde llevaba el asunto.

—Y que quieres de mi ¿?

—Mira, entiendo si te enfadas, y puedes reaccionar como gustes. Aunque no me gustaría perder a mi asistente.

—Puedes ser más claro Braulio?

—Me gustaría que hoy guardes tu locura para que vengas a mi casa conmigo, puede ser cualquier día de éste fin de semana y que nos vea mi madre.

Dicho aquello enderezó su rostro serio, esperando recibir quizás que cosa de mi parte.

—Y por qué no contratas una prostituta? Tú crees que tu mamá se va a ir sí te ve solo conmigo?

—Ay no. No quería decir eso.

—Entonces. Que querías decir Braulio? Lo que hemos hecho es entre tú y yo, en relación al trabajo. No me siento ofendida ni pasada a llevar, sino, que me quieres en otros líos contigo.

—Es que no sé qué hacer!! Te lo pido porque me conoces, porque hay confianza.

Rendido en la mesa, parecía que lloraba, pero no. Aquella nueva situación ante mi explotaba mis dos intensos sentimientos en el último tiempo, el que usen de mí, que sirva como objeto a su gusto; y lo contrario que he estado haciendo, usando a Braulio para satisfacer mis deseos. Siempre traté y trato de ser justa conmigo mismo. Con un tono un tanto amenazante respondí.

—Ok Braulio acepto con la condición de que me dejes manejar esta situación. Tú me quieres en tú vida personal, bueno, pero no cambiaré mi forma de ...

... ser.

-…

Su rostro preocupado me hacía ver en qué persona me había transformado. Suspiré amablemente.

—Recuerdas lo que te dije aquella vez que tuvimos sexo en el auto, Braulio?

-…

El solo asentía.

—Lo repito: Yo respeto como eres y nunca te voy a defraudar o engañar. Así que cuenta conmigo. Tranquilizase que debemos trabajar, si?

—Sí, gracias Bárbara.

—No hay problema.

Le sonreí mientras nos poníamos de pie y salíamos al despacho. Llegaron los ingleses y cerramos contrato, todos muy felices.

—Les parece si cenamos por aquí cerca?

Preguntó a todo el grupo el abogado de los ingleses. Braulio respondió:

—Buena idea

—Que gustarían? Algo del mar, carne o Italiana?

—Que Bárbara decida.

—Pescados y mariscos.

Suspicazmente miré a Braulio. “apróntate” le decía en mi mente. Y todo el grupo, Braulio, yo, Florencia, nuestro abogado y todos los ingleses. Caminamos hacia el restaurante y nos sentamos en una gran mesa. Sugerí para Braulio el plato más vigoroso del menú. Entre una divertida sobremesa y el vino blanco quedamos todos muy contentos y al despedirse le hablé a Braulio.

—Estará tu madre hoy en casa?

—Si, tiene tarde de dulces con sus amigas.

—Bueno, vamos.

Le sonreí mientras pedía un Uber. Le pedí la dirección, llegó el Uber y partimos. En el camino se quedó dormido, debido a la comida y hablando con el chofer pedí que se detuviera en una farmacia por una emergencia. Ningún problema, compré una pera anal, pastillas ...