1. Anita de tus deseos (capitulo 12)


    Fecha: 29/06/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos

    ... desconocido.
    
    —¿Si?
    
    —Buenas tardes. ¿Ana?
    
    —Sí, soy yo.
    
    —Tengo instrucciones de recogerla en el helipuerto. ¿Dónde esta usted ahora?
    
    —Estoy llegando ahí.
    
    —Muy bien señorita. Cuándo entre a la terminal, a la derecha vera una fuente: ahí la espero.
    
    —Vale gracias, —apresuré el paso y un par de minutos después entré en la termina, y efectivamente a la derecha había una fuente. Junto a ella, un hombre joven, de aspecto magrebí y con ropa de empresa me esperaba. Cuándo me vio vino a mi encuentro con una sonrisa en el rostro.
    
    —Hola de nuevo señorita, —saludó tendiéndome la mano.
    
    —Buenas tardes, —respondí estrechándosela con poca fuerza. La verdad es que creo que debió de ser la primera vez que lo hacía: todo el mundo me besa.
    
    —¿Tiene las llaves del vehículo? —metí la mano en el bolsillo del vaquero y las saqué.
    
    —No recuerdo muy bien dónde puede estar, —dije con cierto rubor mientras las cogía.
    
    —No se preocupe que nosotros nos ocupamos, —mientras lo decía sonó el walki que llevaba en la cintura. Escuchó atentamente y pulsando el micro que llevaba en el cuello de la camisa, dijo—. Perfecto, ya salimos.
    
    —Me dicen que el vehículo está en el parking del puerto de Algeciras, —dijo a continuación mirándome—. Ya nos podemos ir: el helicóptero está preparado. Vamos a Algeciras, yo me quedo allí y usted sigue hasta Madrid.
    
    —Muy bien: gracias.
    
    Anochecía cuándo aterrizamos en el helipuerto de una gran industria del sur de Madrid, porque a causa ...
    ... del fuerte viento, no pudimos hacerlo en el de la Torre Picasso cómo estaba previsto.
    
    Salí del helicóptero e inmediatamente sentí frío acrecentado por el viento. Solo llevaba un polo blanco: mi cazadora estaba en el coche que había dejado perdido en Algeciras. Cómo a cincuenta metros vi el destelló de unos faros y me dirigí hacia allí.
    
    Papá me esperaba sentado al volante de un vehículo que no reconocí. No dijo nada: se limitó a bajar la ventanilla y a hacerme una indicación con la cabeza para que subiera. Quise decir algo, pero levantó la mano en señal inequívoca de que debía guardar silencio, y así lo hice.
    
    Sentada a su lado mientras nos dirigíamos a casa, percibía nítidamente su olor y una punzada de placer me atravesaba la vagina. Estaba un poco asustada y no me atrevía a tocarme si él no me lo decía. Llegamos a casa y en silencio subimos a la habitación.
    
    —Vete a la cama: mañana hablamos.
    
    —Papá, yo…
    
    —Ya me has oído, —me cortó tajante.
    
    —Si papá, pero me gustaría ducharme primero.
    
    —Muy bien, pero luego ya sabes.
    
    —Sí papá, —me metí en el baño y me duché. También me depilé: desde que hui, no lo había hecho. Cuando salí del baño, papá no estaba en la cama. Me tumbe sobre ella, me arrope y me entraron ganas de llorar, pero no lo hice. A pesar de un silencio que me hería, era tremendamente feliz por estar nuevamente a su lado.
    
    Esperaba que papá me despertase para echarme un polvo, pero no lo hizo. Abrí los ojos en la penumbra del dormitorio un poco ...
«1234...»