1. Anita de tus deseos (capitulo 12)


    Fecha: 29/06/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos

    ... desorientada. En un primer momento dudé de dónde estaba: si en Ceuta o en casa. Miré la hora en el móvil y ya era media mañana. Había dormido mucho y papá se había ido a trabajar: era viernes. Salté de la cama y bajé a la cocina. Tenía un hambre terrible porque entre unas cosas y otras llevaba casi veinticuatro horas sin comer nada.
    
    Después de desayunar un poco, salí a hacer la compra porque comprobé que el frigorífico estaba vacío. De regreso, me puse a limpiar, que la verdad hacía falta. Pensé que la señora que lo hacía no habría venido durante esos días. Lo estuve haciendo hasta las cinco de la tarde. A esa hora me duche y espere el regreso de papá. Durante todo el día, mientras trajinaba, miraba las cámaras con el anhelo de que estuviera mirándome con su tablet. La verdad es que estaba un poco asustada ante la indiferencia de mi padre y miles de preguntas me bombardeaban la mente. Por mi imaginación pasaban los más disparatados castigos, y cómo papá me los infringía cómo un sumo sacerdote a su víctima en el altar de la obediencia ciega. Esos pensamientos me mantenían en un estado de excitación permanente y llegó un momento en el que solo deseaba que llegara papá y me maltratara de alguna manera terrible y dolorosa.
    
    Sobre las seis oí la puerta de la valla: era papá. Rápidamente me arrodillé en el centro del salón con las piernas muy separadas y las manos a la espalda. Entró y me miró cómo si fuera normal que estuviera de esa manera. Muy serio se acercó y después ...
    ... de acariciarme la mejilla me introdujo un par de dedos en la boca. Empecé a chuparlos con una entrega absoluta mientras una punzada me atravesaba el clítoris.
    
    —No te muevas de aquí, —dijo mientras seguía chupando—. Voy a ducharme y cuándo baje vamos a hablar muy detenidamente tu y yo.
    
    —Sí papá, —conteste cuándo saco los dedos de mi boca.
    
    Subió al baño y al rato volvió a bajar vestido con un pantalón largo y una camiseta. Acercó una silla a dónde seguía arrodillada y se sentó frente a mí, muy junto: quedé entre sus piernas.
    
    —Muy bien, dime que es lo que ha ocurrido, —seguía sin sonreír—. Quiero saber detalladamente por qué te has ido de esa manera.
    
    Empecé a hablar, al principio de una manera un poco atropellada, de todo lo que había ocurrido. Me fui tranquilizando y mi relato se hizo más comprensible, aunque no pude evitar que las lágrimas inundaran mis ojos. Entre sollozos hable de mis miedos, de mis celos, hable de todo: no dejé nada en mi interior. Papá me escuchaba atentamente sin decir nada, sin hacer el más mínimo gesto, y lo peor de todo: sin tocarme.
    
    —Jamás te voy a vender: ni lo había pensado antes, ni lo pienso ahora, ni lo pensaré en el futuro —dijo al fin cuándo yo hube acabado con mis explicaciones—. Nunca te voy a prestar a nadie si yo no estoy presente. ¿Lo has entendido?
    
    —Si papá, lo he entendido.
    
    —Muy bien, ahora dime por qué has regresado.
    
    —Porque no puedo estar sin ti. Mi vida no es nada si no estoy a tu lado: no tiene sentido. ...