1. Bailando por un sueño


    Fecha: 09/09/2023, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... A medida que pasaba el tiempo, el vigor de sus embestidas aumentaba y, colocando las manos en los hombros de ella, la retuvo para ir más profundo dentro de ella hasta que, en medio de los gemidos de ella y unos sonidos similares por parte de él, retuvo su cuerpo unido al suyo en lo que supuso el clímax de aquel encuentro de cuerpos. Al poco rato se retiró, ya con su miembro flácido, recostándose a un lado de ella.
    
    Ella se recostó boca arriba manteniendo sus piernas abiertas y exhibiendo su sexo, palpitante por la faena recién terminada y aún sin recuperarse de la excitación experimentada. Aquel, entonces, decidió sumergir su cara en medio de las piernas de ella y chupar con apetito su sexo. Con cada chupada la cara de mi mujer se contraía en una mueca de placer, su rostro se puso rojo y su cuerpo empezó a contorsionarse con cada beso que le prodigaba en su ansiosa vagina.
    
    El muchacho procuró prodigarle un nuevo orgasmo practicándole aquellas caricias con su lengua y fe que lo iba a conseguir, pero, para ese momento, ya su miembro volvía a despertar. Mientras su lengua continuaba explorando cada rincón de la vagina de mi mujer, él se estimulaba manualmente para poner a punto nuevamente su herramienta, lo cual consiguió en muy poco tiempo y, cuando lo hizo, dejo de atender el sexo de la atribulada y excitada dama, procediendo a penetrarla nuevamente, ahora en la posición de misionero.
    
    Al principio lo hizo con delicadeza y lentamente, diciéndole al oído a mi mujer lo ...
    ... bien que lo estaba pasando y como la sensación cálida de su sexo le ponía su herramienta a mil, pidiéndole también que, por favor, lo abrazara con su sexo para que esa erección no se fuera a perder. Y ella, obediente, así lo hizo. Fue ella quien, ahora, empujaba sus caderas contra el sexo de él. El permanecía inmóvil y era ella quien, debajo del cuerpo de aquel, retorcía su cuerpo, empujaba con su cadera y abría y cerraba sus piernas acompasadamente, presa de las sensaciones que le llegaban en este ejercicio sexual, muy placentero.
    
    Pasados los minutos, nuevamente el macho se sintió con el ánimo suficiente para tomar el control de la situación y dirigir sus movimientos. Una vez más empezó a empujar y empujar, alentado por los gemidos descontrolados de mi mujer que, sometida al placer que aquel hombre le producía en sus entrañas, se agitaba reactivamente con cada embate de aquel, hasta que ambos, al parecer, llegaron al clímax y, lo que era movimiento desenfrenado, de pronto se detuvo. Los cuerpos de ambos se comprimieron uno contra el otro y los gemidos, poco a poco, fueron disminuyendo su intensidad hasta extinguirse completamente. Una vez más, la faena había terminado.
    
    Mi esposa fue la primera en levantarse de la cama y, con toda naturalidad, recogió su ropa y se dirigió al baño. El muchacho se quedó tenido en la cama, un poco incómodo con mi presencia, pero satisfecho por la experiencia. ¡Qué buena hembra tiene usted! dijo. Bueno, ella hizo su parte. Si, pero lo hizo ...
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