Los traidores
Fecha: 02/07/2018,
Categorías:
Transexuales
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... casa. Germán, por su parte, no solo no se ve perturbado por la situación, sino que disfruta retorcidamente de la inocencia de su hermano, y no pierde oportunidad de refregarle sutilmente la infidelidad, aunque sabe que sólo Camila entendería sus ironías.
— ¿Epa, esa remera no es mía Germán? — Le preguntó Marcos, mientras cortaba un pedazo de bife de chorizo.
— Jaja, sí, perdoná, pero parece que no puedo dejar de agarrar sin permiso las cosas que son tuyas. — le dijo, mirando cómplice a Camila. — igual a cuando éramos chicos.
Marcos, sólo río, sin darle mucha importancia, y sin sospechar que no era la remera lo único que le había arrebatado.
Después de comer, finalmente la pareja quedó sola. Vieron una película y se fueron a la cama.
— ¿Estás mejor de la panza? — le preguntó Marcos, acariciándole el pelo.
Por un momento Camila no entendió, pero cuando recordó su mentira, le contestó:
— Si, mucho mejor.
— Entonces me vas a poder hacer mimos. — le dijo su esposo.
Siempre era lo mismo, Marcos sólo quería que le chupe la pija, hace mucho que no le daba una buena cogida, ya que tenía problemas de eyaculación precoz. Sólo podía mantener la erección durante un tiempo aceptable cuando se masturbaba o cuando se la mamaban. Así que desde hace varios meses que las sesiones de sexo de la pareja, consistía en la misma rutina: ella agachada en cuclillas, o él sentado en la mesita de luz, o ambos recostados sobre la cama, como ahora, que marcos le indica ...
... empujando su nuca, la dirección a donde debería dirigir los labios. Camila abre la boca, resignada y acostumbrada a las sesiones bucales con que era obligada a saciar su poco viril esposo. En alguna parte de su conciencia cree que debería ser condenada a sólo realizar felaciones durante toda su vida, debido a la magnitud de su traición. Pero otras veces se enfurece con Marcos, por considerarlo culpable de los cuernos que lleva puestos casi desde el mismo día en que su hermano pisó la casa. De todas formas, ahora, como siempre, termina con la verga metida en su boca, saboreando el conocido presemen, mientras le acaricia las bolas, ásperas por el abundante vello, y él gime, y repite una y otra vez “si, mi amor, si, seguí así”. Luego se traga el semen, y se va al baño a enjuagarse la boca.
Cuando vuelve a la habitación, sabe lo que le espera: un patético intento de complacerla, y retribuirle el orgasmo que le acababa de dar. Un intento que siempre terminaba en quince o a lo sumo veinte penetraciones, que, para colmo, no eran al ritmo que ella quería, porque si Marcos no manejaba la situación, y no entraba y salía con la frecuencia que el necesitaba, no llegaba ni a los dos minutos.
Cuando vio a su pareja con la verga semifláccida comenzando a empinarse al ritmo de su autoestimulación, le dijo.
— Dejá, yo no tengo ganas.
— ¿Estás segura mi amor? — le preguntó él, acariciando torpemente sus pechos, en un estéril intento por encender una llama que hace rato se había ...