1. Fin de semana en Caracas


    Fecha: 08/07/2018, Categorías: Gays Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... se puede hacer daño, se tira hacia delante pensando que puede que al final acabe siendo un bello recuerdo para los dos.
    
    Acabaron en la habitación del hotel Tamanaco.
    
    Ariadna llevaba puesto un vestido negro que le daba por encima de las rodillas y calzaba unas sandalias de tacón alto. No llevaba medias. Al acercarse Enrique a ella, bajó la cabeza, comenzó a temblar como una chiquilla, y le dijo:
    
    —Sabía que me ibas a intimidar.
    
    Enrique, con un dedo le levantó el mentón, le dio un piquito, y le preguntó:
    
    —¿Quieres que tomemos algo y sigamos hablando?
    
    Ariadna volvió a bajar la cabeza, y le respondió:
    
    —No.
    
    Le dio otro piquito, y otro, y otro y otro... Los brazos de Ariadna acabaron rodeando el cuello de Enrique, y al hacerlo, Enrique, la besó con ganas atrasadas. Ariadna le devolvió beso por beso. Besaba de maravilla. Con aquellos labios tan frescos a Enrique no le hacía falta Viagra. Ariadna era el afrodisíaco perfecto.
    
    Ariadna sentía la polla empalmada de Enrique latir en su vientre y sus bragas se iban mojando cada vez más.
    
    Enrique tenía una necesidad imperiosa de quitarle el vestido, desnudarla y comerla viva, pero no quería que se sintiese intimidada. Se quitó primero la chaqueta del traje marrón con franjas negras, la corbata y su camisa blanca. Las prendas acabarían sobre una silla.
    
    Su torso quedó al descubierto. No era un torso atlético, pero no estaba mal. Ahora fue Ariadna quien le dio un piquito, Enrique, besando su cuello, le bajó la ...
    ... cremallera del vestido, que acabaría encima de sus prendas, le quitó el sujetador blanco y vio sus tetas. Eran mucho más hermosas que en la foto que le había mandado. Le cogió la cara con las dos manos y la miró a los ojos. Ariadna, sonrió, y cohibida, le preguntó:
    
    —¿Qué?
    
    Enrique estaba viendo algo muy especial, pero no podía decirle que era preciosa, ni que tenía razón cuando le dijo que su piel no era como la porcelana, pues su piel tenía el tacto del terciopelo, se molestaría y rompería la magia del momento, ni podía decirle que la belleza está en los ojos que miran. Le dio un beso con tanta dulzura, que sin decírselo, se lo quiso decir todo, luego acarició, besó y chupó aquellas maravillosas tetas, con areolas de color marrón claro... besó, lamió, chupó y mordió sus grandes pezones. Saboreó las tetas casi sin creerse la suerte que estaba teniendo, por eso lo hizo largo rato. Luego se quitó los zapatos, los pantalones, los calcetines y los bóxers. Su verga, erecta quedó apuntando al coñito perfectamente rasurado de Ariadna y sus huevos llenos de leche impacientes por vaciarse. La volvió a besar, Ariadna, tímidamente, le cogió la verga. Mojó su mano con la aguadilla que salía del meato y la movió de arriba abajo y de abajo arriba media docena de veces.
    
    Enrique, como en sus fantasías, se arrodilló ante ella. Le besó y le lamió el ombligo. Le quitó las bragas blancas, que estaban empapadas, después las sandalias, y acto seguido le pasó la lengua de abajo arriba por el ...
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