1. Noche de pasión en Lisboa (VIII): Uno para gobernar a todos


    Fecha: 09/08/2018, Categorías: Incesto Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... el corte se alza desde su ingle hasta la cintura. Su pecho, que yo tan bien conozco, queda contenido a duras penas por la tela elástica de la prenda. Tanto es su volumen, que se ve obligada a ajustar el bañador cada poco tiempo, tapándose las areolas. Se acerca a su hermana y le da un beso en el pómulo. Girándose hacia mí, repite el beso, en el mismo sitio, sentándose a continuación frente a su hermana y quedando yo entre ambas.
    
    - Buenos días, parejita. ¿Habéis dormido bien? – Nos interpela con una sonrisa maliciosa.
    
    - Tonta – le dice Amália, sonriendo.
    
    - Muy bien, Ana María, gracias.
    
    - ¿De verdad me queréis hacer creer que habéis dormido? –Insiste.– Dímelo tú, cuñado. –Me dice, aplicándome por primera vez ese tratamiento.
    
    - Hemos tenido tiempo para todo, cuñada. No seas curiosa – digo repitiendo a mi vez el tratamiento.
    
    - Me habría gustado estar allí, para comprobarlo – Dice sin asomo de pudor.
    
    - Ya lo has comprobado más de lo que deberías. No empecemos – Le contesta Amália.
    
    - Vale hermanita, no te mosquees. Os dejo con vuestras confidencias. Me voy a tomar el sol. – contesta, levantándose y dirigiéndose al solárium.
    
    Al inclinarse para levantarse, su pecho queda colgando a escasa distancia de mi cara, pugnando por escaparse por el escote, y al erguirse puedo admirar en todo su esplendor ese cuerpo del que he gozado una noche. Entre la conversación y la visión de dicho cuerpo, sin pretenderlo, culmino una erección. Amália se da cuenta y al ...
    ... quedarnos solos me pregunta:
    
    - ¿Quieres subir al dormitorio y le ponemos arreglo a “eso”?
    
    - Ahora no, cariño. Ten misericordia. Lo lamento, pero ha sido totalmente reflejo, nada más lejos de mi intención que volver a repetir con tu hermana.
    
    - Lo sé. Pero ahora es mi deber de esposa procurar que mi marido no sufra – me dice con una sonrisa.
    
    Continuamos conversando, y Amália me informa de que por la tarde, al terminar de comer, van a ir las dos hermanas a tener una reunión con el personal que procesa el corcho, y que le gustaría que yo las acompañase. Como no tengo nada previsto para la tarde, y aunque no sé nada del proceso, por curiosidad, accedo a su petición.
    
    La reunión se celebra en una especie de aserradero en el que, mientras transitamos hasta el lugar del encuentro con el personal, vemos ingentes pilas de corteza de alcornoque. Soy incapaz de calcular cuánto, pero aquí hay toneladas de corcho dispuestas para su procesado. Cuando nos apeamos del todoterreno, que conduce Ana María, nos encontramos con un grupo de tres hombres y una mujer, entre los que reconozco a Alipio, el capataz de uno de los grupos de extracción. El personal, al vernos llegar, interrumpe momentáneamente su trabajo. Todos conocen a las hermanas, pero la mayoría de los hombres y mujeres del tajo nunca me han visto, y tienen curiosidad por conocer al compañero de la tía Amália. Después de presentarnos entre los capataces que no me conocen, ella deja su portátil sobre un banco de trabajo y ...
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