1. Noche de pasión en Lisboa (VIII): Uno para gobernar a todos


    Fecha: 09/08/2018, Categorías: Incesto Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón, saca su pitillera y se lleva un cigarrillo a los labios. Vuelve a meter la mano en el pantalón, como buscando, y sacándolas me pide fuego. Yo tomo mi encendedor y apantallando la llama con la mano izquierda, le arrimo la lumbre, momento en que mi mujer sube su mano izquierda hacia las mías, acercando la llama al cigarrillo.
    
    En un segundo, el ambiente en la serrería cambia. Observo que las mujeres y los hombres de la cuadrilla comienzan a cuchichear entre sí, y todo el personal se acerca a nosotros, a darnos la enhorabuena. No entiendo qué ha pasado, hasta que la que parece ser la mujer más mayor del grupo, tomando la mano izquierda de mi mujer, les muestra descaradamente la alianza a los demás, al tiempo que bromea con ella sobre su nuevo estado.
    
    Los tiempos han cambiado, y aunque saben que no ha habido ceremonia de ningún tipo, la alianza en nuestras manos es toda una declaración de intenciones. Oficialmente la quinta ya tiene un matrimonio al frente. Amália que los conoce mucho mejor que yo, con la pantomima del cigarrillo, ha dejado claro para todo el mundo como están las cosas a partir de ahora. Entonces me doy cuenta de que la invitación a acompañarla, no era totalmente gratuita.
    
    Después de cumplirse la ceremonia de los saludos y felicitaciones. Amália abre su portátil y su hermana se coloca a su lado, comenzando la reunión. Yo asisto, entendiendo perfectamente las palabras que dicen, pero sin comprender ...
    ... absolutamente nada de lo que están diciendo. En un momento dado, se produce una discrepancia de criterios, entre los capataces y las hermanas. Portugal es un país moderno. Aquí hace años que no existe discriminación por sexos, pero esto es el campo, y aquí todavía la palabra de un hombre pesa un poco más. Así que los capataces se dirigen a mí, solicitándome mi opinión. Al fin y al cabo soy “el hombre” de la finca. Todos se quedan en tensión, pendientes de mi juicio.
    
    Yo no entiendo nada del negocio y aquí se está jugando el porvenir de muchas familias. Además no puedo desautorizar delante del personal a las hermanas. Yo confío plenamente en su saber hacer, en el de Amália sobre todo. Así que contesto lo más diplomáticamente que se me ocurre:
    
    - Miren, hasta hace dos días yo no sabía siquiera como se extraía el corcho del alcornoque. No conozco absolutamente nada del negocio. Pero entiendo que ambas partes razonan con criterios fundamentados. No obstante tengan en cuenta que la Tía Amália y su hermana disponen de datos que ustedes no conocen. Por lo tanto, creo que debería hacerse lo que ellas proponen. Más adelante, cuando sepa más del tema, podré darles una opinión más fundada.
    
    Ante mi respuesta, los capataces asienten, mirándose entre ellos y dan la razón a las hermanas. Miro hacia Amália, de reojo y observo que en su rostro se ha dibujado una media sonrisa de satisfacción.
    
    Cuando tomamos el camino de vuelta a casa, me pongo yo al volante y Amália se sienta a mi lado. ...
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