1. Noche de pasión en Lisboa (VIII): Uno para gobernar a todos


    Fecha: 09/08/2018, Categorías: Incesto Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... Dentro del coche, me arrima la cara y me besa en la boca, diciendo:
    
    - Has estado muy bien en la reunión. Estoy orgullosa.
    
    - No podía desautorizaros delante del personal. Yo no tengo ni idea de esto. Además tenía que dejar claro que la palabra de tía Amália, aquí vale tanto o más que la de cualquier hombre. Incluido yo. Y por cierto, la invitación a la reunión, al final resultó una trampa. – Digo sonriendo.
    
    - Ahora, oficialmente, ya eres el hombre de la quinta. Dice ella a su vez – y me vuelve a besar.
    
    Circulando por la carretera de vuelta, veo a mi derecha un hipermercado de una conocida cadena portuguesa, y aparcando, entro a la zona de animales. Allí escojo un collar recio, de buen cuero de vacuno y hebillas de bronce, adornado nada más que con las puntadas en contraste de la costura, a la medida del cuello de Bolacha. Tengo que adelantarme a que Paulinha humille al pobre perro, comprándole un collar de fantasía. Mejor uno de “perro duro”. También compro una traílla para que lo pueda pasear cuando el animal ya no necesite la de entrenamiento.
    
    Ya en casa, y como aún faltaban un par de horas para la cena, Amália me dijo que se iba a cambiar de ropa, para tumbarse un rato en el solárium. A mí se me acababa de ocurrir una cosa y dado que el perrito había descansado desde por la mañana, fui en busca de Paulinha para dar un paso con él y enseñarle a ella como debía entrenarlo. La muchacha vino con el perro y la traílla que yo había fabricado por la mañana, y le ...
    ... enseñé la forma correcta de colocársela en el cuello, mostrándole que si lo hacía al revés, no se aflojaría cuando el perro dejase de tirar. Hecho esto, tomó ella la correa y nos fuimos paseando. Al volver, al cabo de media hora, cuando le sacó la traílla, le entregué el collar que le había comprado, avisándole que debía quitárselo durante el entrenamiento, pero el resto del día debería llevarlo puesto. Paulinha, cuando vio el perro con aquel collar, dijo:
    
    - Parece un perro mucho más peligroso – El cachorro malamente pesaba 5 Kg.
    
    - Sí, y te defenderá con riesgo de su vida. Puedes tenerlo por cierto.
    
    Sabiendo que Amália estaba en el solárium, subí a mi habitación a ponerme un pantalón corto. No tenía traje de baño, pues no creí necesitarlo en la quinta. Bajé a reunirme con ella y a pedirle un favor que no sabía si me concedería. Pero esperaba que con el compromiso estuviese tierna y no me pusiese demasiadas pegas.
    
    Marta me indicó la entrada al recinto, ya que desde el exterior eran tres muros ciegos, para proteger la intimidad, y me dirigí al encuentro de Amália.
    
    Al entrar en el recinto, mi mujer estaba acostada en una de las tumbonas, con el tanga escueto de un bikini por toda vestimenta. Al lado de la tumbona, en el suelo, estaba el sostén a juego. Me hice sitio y me senté con ella en la misma tumbona y dándole un beso en los labios, comencé mi maniobra.
    
    - Cariño, mañana es sábado, y como Marta tiene a su marido de permiso en tierra, sería un bonito detalle ...
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