1. Mia


    Fecha: 13/08/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... diamante entre tanto barro. Alguien a quien descubrir y formar poco a poco. Una compañera, una parte de mí.
    
    La otra cara de mi moneda.
    
    Pasamos mucho tiempo chateando. Yo no la creía. Ella trataba de convencerme de que era cierto lo que me decía. Lo normal es que durante estas conversaciones terminemos descubriendo que es un tío, haciéndose pasar por mujer. O un niñato pajillero, que no se sabe muy bien el placer que busca. O, las mínimas de las veces, una chica, que al final no pasará de calentarse un poco con la charla y nunca quedará. Al final quise salir de dudas. Y le propuse quedar.
    
    Y para mi sorpresa ……………. ¡Terminamos quedando!
    
    Algo realmente difícil de lograr. Ya que, en estas webs si tratas de hablar con 100 mujeres, lo normal es que termines hablando con 10. Y de cada 100 con las que hables, que quedes a los sumos con un par.
    
    Y que encima seáis compatibles……… pues ……..
    
    ¡O me había tocado la lotería o me iban a dejar colgado!
    
    Con las lógicas dificultades de tiempo y espacio me las arreglé para quedar donde no le pudiera causar problemas con su vida normal. Es muy normal que no atreviéndose a decir que no, queden contigo y luego no aparezcan o les surjan mil cosas que les impiden ir en el último momento.
    
    Aunque no terminaba de creerla, su insistencia me decía que podía fiarme de que aparecería. Pero también había algo más. Llamémoslo intuición, pero algo me decía que había mucho que descubrir en ella. Que era una mujer que había sido ...
    ... desaprovechada por los hombres. Que no habían sabido ver lo que había en ella y lo que podía ofrecer.
    
    Cuando la vi llegar lo primero que pensé es que el vestido que llevaba no le hacía justicia. Venía hecha una mar de nervios, pero aún así vino. Una madurita bien conservada con una amplia sonrisa. Piernas delgadas, bonitos pechos. No muy alta. Con un poco de barriguita. Tenía muchas posibilidades.
    
    Sin querer mi imaginación, empezó a jugar con qué tal estaría vestida de esta o aquella forma. Como le sentarían unas medias o unos largos tacones. Tiene un bonito cuello, perfecto para un collar de metal. Cuando empecé a imaginarla de rodillas, paré de dejarme llevar por la imaginación. No era momento aún.
    
    No lo negaré. Me gustó desde que la vi.
    
    Venía con unas inmensas gafas que ocultaban sus ojos y que no me permitían apreciarla en toda su dimensión.
    
    Cuando se las quitó, pude ver nerviosismo y miedo, pero a la vez determinación y que estaba disfrutando de la situación. Esto mejoraba por momentos.
    
    Necesitaba que se relajara y poder hablar con ella en sitio público, en el que no tuviéramos a todo el mundo pendiente de nuestra charla. Simplemente me dejó que la condujera al primer sitio que reunió todo esto.
    
    Durante el camino y en el sitio, el cambio fue radical. Tímidamente, pero con decisión empezó a hablar y a aparecer, eso que yo buscaba. Había estado allí desde niña y una familia controladora, hasta cierto punto lo había coartado tanto como amplificado. Una veintena ...
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