1. EL MILAGRO DEL AMOR.


    Fecha: 15/08/2018, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... más que urgente… Allí estábamos, abrazándonos, mientras boqueábamos a todo boquear, cual peces recién sacados del agua… En unos minutos, nuestras constantes vitales fueron tomando ritmos un tanto normales, aunque sin pasarse… Y entonces sí; entonces empezaron los besos, las caricias… Se juntaron, mezclándose, buscándose, labios, lenguas, salivas, en caricia más que dulce, tierna Caricias abarrotadas de dulzura…de tierno cariño… dulcísimo amor, pero más que hueras de sexual egoísmo… Nos dijimos, hasta la saciedad, los “Te quiero”…”Te amo”…”Te adoro”… Y así, sin darnos cuenta siquiera, caímos en plácido y reparador sueño, íntimamente abrazados… La verdad es que ni idea de cuánto tiempo pasamos al amor de Morfeo, pero sí sé que cuando despertamos la tarde iba más que vencida, lo menos a las siete, si es que no era más tarde, y que lo hicimos bastante frescos, descansados… Y qué íbamos a hacer sino volver al tajo del amor sexual… A entregarnos mutuamente, con renovados ardores… Una, y otra, y otra vez… Entre “asalto y asalto a la bayoneta calada”, descansábamos, besándonos, acariciándonos… Renovando hasta el infinito nuestras palabras de amor… De cariño… Y también, alguna que otra vez, volvimos a descabezar ligeros sueñecitos de veinte, treinta minutos a lo sumo, para volver al “tajo” tan pronto volvíamos a estar despiertos Entre aquella tarde y la posterior noche, hubo de todo… Desde el sexo vaginal hasta el anal, desde las felaciones con que ella me regalo, hasta los ...
    ... lametones, y algo más, en su sexo con que yo la obsequié… Lo probamos e hicimos todo, todo, todo… Era la absoluta y mutua entrega de ella para mí… De mí para ella… Yo no era dueño de mi ser, donado a Marta en cuerpo y alma, ni ella era dueña de su cuerpo ni de su alma, pues ambas cosas me las había regalado para mí solo… Salimos de la cama poco después de las diez de la noche, al sorprendernos con un hambre de lobo los dos, pues hasta nos habíamos olvidado de comer… Entre los dos, preparamos unos huevos fritos, sendos filetes de ternera a la plancha y una ensalada de tomate, lechuga, cebolla, aceitunas, aceite, vinagre y sal… Y pare usted de contar, que más nos embutimos que comimos, ávidos los dos por volver al Paraíso en la Tierra que era entonces su cama… Serían las dos de la madrugada cuando, por fin, ahítos los dos de placeres sin cuento, quedamos definitivamente dormidos… Uno en brazos del otro… Yo entre los brazos de Marta, ella entre los míos… Eso era, al parecer, un sueño que ella mantenía desde aquél día en que yo la abordé junto al archivo. Dormirse entre mis brazos y despertar de esa misma forma a la mañana siguiente Aquella tarde, aquella noche, durante las treguas subsiguientes a los aguerridos “asaltos”, me contó cómo y cuándo supo que me quería… Que me amaba a morir… De siempre, a Marta le habían causado un asco infinito las miradas de los hombres sobre ella… Miradas obscenas, que la comían, la desnudaban con los ojos… Y los “machos”, cuarentones y cincuentones, así ...