1. Juego de llaves


    Fecha: 17/08/2018, Categorías: Incesto Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... putiferios suficientes en el mundo para meterlas a todas.
    
    Porque esta era otra. Aunque ellas lo nieguen, ya sabéis, mentalidad femenina, si les das un poco de caña y se las folla un hombre de verdad, un auténtico macho, las tías se derriten. De eso María era un buen ejemplo, siempre pidiendo más, y no había sido la única.
    
    Marisa aún no estaba en ese estadio pero no tardaría mucho. Era un poco mojigata. Se había quejado cuando le había metido un dedo estando aún de pie, se había asustado cuando le había arrancado la ropa, exterior e interior, y le había mordido una teta, y ahora que la tenía arrodillada en el suelo intentando abarcar polla, tenía ciertas dificultades para tragarse toda la carne. Pero lo iba a lograr. Ya le había metido más de la mitad y aunque estaba roja tirando a morada y los ojos se le habían empañado en lágrimas, le había obedecido sumisamente cuando le había ordenado que usara las manos para masturbarse, no para sostenerme la polla, pues era él el que le sostenía la mandíbula mientras empujaba con las caderas para forzar su garganta. Sólo se detenía cuando le sobrevenía una arcada. Aflojaba, la dejaba respirar y volvía a empujar.
    
    Le hubiera gustado tener a Marian arrodillada, en vez de a Marisa. Al menos eso era lo que María le había vendido, pero no había podido ser. Una lástima, aunque quien sabe, la experiencia le había demostrado que cuando una casada probaba polla fuera del matrimonio, luego nada la detenía, siempre quería más. Lo mismo ...
    ... podía pensar de su mujer, claro, pero el mejor antídoto era dejarla bien follada con regularidad. Si algo sabía hacer José era follar. Y tratar a una mujer.
    
    -Eso es puta. Sigue tocándote como una zorra. Ya casi te la has tragado entera.
    
    JUAN
    
    Le gustaba Marina. Le había gustado que le tocara aquella mujer de formas contundentes. Llevaba con Marisa desde secundaria y solamente se había acostado con dos mujeres más en su vida. Ambas profesionales. La primera en su despedida de soltero. La segunda en la fiesta de aquel proveedor asiático que había traído a una china para cada uno.
    
    Fuera casualidad o no, ninguna de las tres mujeres tenía demasiado pecho. Tal vez la prostituta de su despedida debía tener una talla más que las otras dos, pero las tetas de Marina eran un manjar de dioses. Grandes, de pezones rosados también amplios. No estaban centrados, algo improbable en aquella cantidad de carne, pero se sintió el bebé más feliz del mundo mamando con desespero.
    
    Agradeció que la mujer tomara la iniciativa, pues la prudencia ante lo desconocido le había impedido marcar el ritmo. Prefería que fuera así, en todos los ámbitos de su vida, para evitar equivocarse. Ella se había desnudado y lo había ayudado a él. Sólo les quedaba puesta la ropa interior. La inferior, pues el sujetador ya había caído. Estaban sentados al borde de la cama, de lado, él sorbiendo como un crío mientras ella alargaba la mano intentando masturbarlo por encima del algodón.
    
    JULIO
    
    Se sintió ...
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