1. Juego de llaves


    Fecha: 17/08/2018, Categorías: Incesto Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... condón, que no tomaba nada, pero él se había negado. Mañana te tomas una pastilla del día después y arreglado.
    
    Se detuvo de golpe. No podía más. Él había aflojado la presión sobre su cuerpo así que aprovechó para separarse y dejarse caer de lado. Me he corrido como nunca pero me duele todo. Sí, tenía razón María en que José es un toro, pero un sentimiento agridulce se imponía pues no entendía como una mujer podía permitir que la trataran así. No se lo diría, claro. Tampoco se lo recriminaría a José. Nunca se atrevería.
    
    Pero sus pensamientos se cortaron de golpe. El toro volvía a la carga. La había tomado de la cintura para levantarle las caderas y ponerla a cuatro patas. Se la clavó de una estocada lo que provocó el segundo grito de la mujer. La agarró del pelo mientras le ordenaba mantenerse en cuatro, como una perra. Entonces cayó en la cuenta que María siempre contaba que le daba caña durante horas. ¿Cuántas horas? Debían llevar poco más de una y ya no podía más.
    
    Entonces lo notó. Un dedo en su ano. No, eso no. Sabía que a María se lo hacía, ella se lo había contado, pero la aterraba que aquella monstruosidad entrara por ahí. La falange presionaba con fuerza. No tardó en cruzar el anillo anal. Marisa abrió los ojos como platos pero el no mayúsculo que tenía en la garganta no salía al exterior. Quería decirlo, gritarlo, pero no salía, retenido no sabía dónde.
    
    Después de un vaivén que le pareció eterno, el dedo abandonó el conducto. También la polla abandonó su ...
    ... vagina. Incluso las manos de él parecieron abandonar su cuerpo, hasta que las notó en su cintura tirando de ella para darle la vuelta. Seguía en cuatro pero ahora tenía aquel músculo profanador en la cara.
    
    -Venga chúpamela un poco –ordenó agarrándola de la melena. –Lo hago por ti, pues te conviene lubricarme bien la polla antes de romperte el culo. –Marisa se tensó, paralizándola, lo que provocó que la mano libre de José empujara su cabeza con fuerza. –No te pares, zorra. No tengo gel ni lubricante que nos hubiera facilitado el trabajo, así que depende de ti lo empapada que esté.
    
    El suplicio había durado unos diez minutos. Sorprendentemente no había sido capaz de pronunciar la palabra no ninguna vez. El dolor había sido extremo, intensísimo al principio del recto donde estaba el anillo que él le ordenó relajar con bastantes malos modos, acompañado de cachetes en las nalgas, picantes aunque no dolorosos. Cuando aquella ancha cantidad de carne había logrado superar el músculo circular, había sido todo más fácil. El dolor había remitido un poco hasta convertirlo en medio soportable, pero no entendía como había mujeres a las que les pudiera gustar eso.
    
    Allí estaba, a cuatro patas, pensando, mientras el animal berreaba, la insultaba, esperando que acabara. Lo hizo en ese momento, agarrándola del pelo y clamando, toma perra.
    
    ¡Por fin parecía haber acabado!
    
    MARINA
    
    No había tendido suerte. Marisa era una chica con poca iniciativa, escaso carácter y baja autoestima. ...
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