1. Un Amor repentino: Me compró y me enamoré de él en prisión


    Fecha: 30/07/2017, Categorías: Transexuales Autor: aritacariñosa, Fuente: SexoSinTabues

    ... ningún tipo de ayuda. ¿Qué puedo decir cómo me sentí? Mis ojos se secaron de tanto llanto. Quedé vacía. En esos días de juicio esperaba algún tipo de milagro. Me tuve que conformar con un abogado que me proporcionó el estado, de la defensoría del pueblo. Un inútil de aquellos. Pero, por ser menor y al no tener antecedentes policiales, fui condenada por pocos años de penitencia. Luego de un año en el correccional, me tocó residir en una prisión para adultos. En un pabellón de asesinos varones. El peor de todos. Llegué con muy poquitas pertenencias al lugar. Al pisarlo por primera vez, estaban casi todos los presidiarios esperando cerca de la puerta. Siempre tienen curiosidad por ver qué nuevo llega al pabellón. Yo todavía no me travestía, pero habian algunos tipos que notaron claramente mi condición sexual. Está demás decir que fui una presa muy fácil de esos prisioneros. Terminé siendo la puta del cabecilla del pabellón y tres de sus amigos. Entre los cuatro me cogieron y cogieron durante varios meses. Yo les puse condiciones para dejarme follar. Debía ser en la noche y de a uno por vez. Entre ellos se tenían que turnar. También debían estar muy limpios a la hora de estar conmigo. A pesar de todo, no la pasé bien. Viví una situación de mierda. Sin embargo, disponía de casi todo el día para mí. Ese fue el trato, de noche me tenían y de día me dejaban en paz. Encerrada en una celda, hacía varias tareas solita. Muchos ejercicios físicos. Cuidaba de mi cuerpo de manera muy ...
    ... dedicada. Podía vestir con prendas de mujer sin que nadie me molestara. Escuchaba música. Leía muchos libros y revistas. A costa de entregar mi culo y mi cuerpo, pude conseguir muchas cosas para mí: un gran set de maquillaje, un espejo, ropas y lencería femenina, comidas dietéticas, yogures, frutas, etc. También un pequeño refrigerador. Cosas que a cualquier preso le costaría un montón de guita. Durante las requisas de los guardias, después de las visitas al pabellón, me debía vestir normalmente para salir al patio. Un día fue de sorpresa. Llegaron los guardias y nos sacaron a todos así como estábamos. Yo estaba usando una mini y un top. Los guardias ya me conocían. Me dejaron salir vestida de esa manera al patio. A los días de esa sorpresiva requisa, en una mañana primaveral, casi veraniega, apareció el cabecilla del pabellón. Lo vi con cara de muchos lamentos. Lo primero que me dijo fue: "Lamentablemente te tuvimos que vender". Apenas lo escuché, abrí mi boca de la sorpresa, mirándolo muy enojada y fijo a sus ojos. Venderme como si fuera la puta del pabellón. Tal vez eso era. El siguió hablando, "El Ganzúa te compró a la fuerza. Te vas esta tarde al otro pabellón". Cambié el verdadero sobrenombre del tipo que me compró para resguardar su identidad. Así fue, me tuve que ir. Sólo pude llevar todas mis prendas, mi bolso con mis cremas, jabón, shampoo, depiladora y maquillaje. A cambio de mí, recibieron muchas cosas: cigarrillos, ventiladores, un televisor y vaya saber qué más. ...
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