1. Malas influencias


    Fecha: 24/09/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... defendió de aquella jauría. A cambio, ella le entregó su corazón, su himen y los mejores años de su vida.
    
    Sin embargo, con veinte años más, Teresa se había cansado de que su esposo la convenciera de lo que era mejor, de que le llevaran las cuentas y que la trataran como a una chiquilla. Ya sabía ella como hacer las cosas en condiciones sin que nadie se lo tuviera que explicar o, al menos, sí hacerlas en las condiciones que a ella le daba la gana.
    
    Teresa, que apenas medía uno sesenta, llevaba a dieta toda la vida. Apenas comía, y no para adelgazar, sino sólo para mantener los kilos a raya. Por desgracia, entre los embarazos, los problemas físicos, la dejadez y las preocupaciones, Teresa había engordando un poco en los últimos años. Nada que un buen divorcio y un gimnasio no pudieran enmendar en un par de meses.
    
    La cosa era que al final, de las tres, mi esposa era la única que seguía casada. Aunque, visto lo visto, no debería poner la mano en el fuego por su matrimonio. Aún así, yo estaba convencido de que mi mujer no rompería su compromiso conmigo hasta haberme enterrado.
    
    María José, mi esposa, era una mujer bonita y voluptuosa. No obstante, y aunque también tenía algún kilito demás, su sinuosa silueta seguía siendo digna de ver. Lamentablemente, María José era una mujer tan prudente y discreta que no exhibía sus encantos por no llamar la atención.
    
    Éramos un matrimonio feliz, nos entendíamos casi siempre a la primera y, cuando no era así, no nos costaba ...
    ... alcanzar un acuerdo beneficioso para ambos. Tampoco nos peleábamos nunca en la cama, ya que nuestra sexualidad era tan abundante y variada como el banquete de una boda. Como es natural, nuestros encuentros frontales no eran tan frecuentes como antaño, sería inútil y estúpido intentarlo. Sin embargo, cada vez que nos entregábamos el uno al otro lo hacíamos con la misma fogosa pasión de la primera vez.
    
    En cambio, ese fin de semana mi mujer había decidido tomarse unas vacaciones conyugales. A todos los efectos ese fin de semana mi mujer sería una soltera más. Sus amigas y ella habían planeado vivir la vida y, evidentemente, que el hombre de la casa se encargara de servirlas y satisfacer todos sus caprichos. Mientras que yo preparara la comida, ellas se tomarían una cerveza bajo la parra, mofándose de lo imbéciles que somos los hombres y poniéndose al día de los últimos cotilleos.
    
    — ¡No sé qué narices estás esperando para divorciarte! —oí que Bea espetaba a mi esposa— En cuanto firmes los papeles, te buscas un chaval de veinticinco y te digo yo que el primer fin de semana pierdes un par de kilos.
    
    Me habría gustado no oír el comentario de la flacucha, ya que a mí mi mujer me gustaba como estaba. María José tenía, no en vano, mejor culo y más tetas que las otras dos. De nuevo los perniciosos estereotipos que tanto mal podían llegar a hacer, y ya no a mujeres hechas y derechas, sino sobre todo a niñas y adolescentes.
    
    Ni que decir tiene, que desconectar de las tareas domésticas ...
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