1. Malas influencias


    Fecha: 24/09/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... corría y me clavó las uñas con tanta fuerza que tuve que apretar los dientes para no gritar yo también. Aquella arpía me estaba haciendo daño y eso sacó, a un tiempo, lo mejor y lo peor de mí.
    
    La empotré contra la pared, pasé los brazos por debajo de sus muslos y la sujeté del culo. Ahora la tenía a mi merced, de modo que empecé a embestirla sin miramientos, sin preocuparme siquiera de que se golpease con la pared.
    
    En realidad, ella estaba encantada, algo asustada tal vez, pero encantada y yo también. Tanto fue así que, con unas cuantas arremetidas secas y violentas empecé a eyacular en el sexo de Tere. Evidentemente, aquella fogosa hembra volvió a correrse en cuanto sintió mi semen arder dentro de su coño.
    
    Cuando los espasmos de la morenita cesaron, la bajé al suelo. Las piernas le temblaban y no la sostuvieron. Dejé pues, que Tere se fuera escurriendo entre mis brazos hasta quedar de rodillas y, sin más, guié mi miembro entre sus labios. La amiguita de mi esposa saboreó el cóctel que cubría ...
    ... una erección ya venida a menos. Chupó mi miembro hasta dejarlo reluciente, pero cuando hizo ademán de desentenderse, ocurrió algo que ninguno de los dos esperábamos.
    
    —Sigue —ordenó una voz de mujer.
    
    De repente junto a nosotros, María José agarró del pelo a su amiga y empezó a moverle la cabeza adelante y atrás.
    
    —¡Pequeña zorra! —bramó mi esposa— ¡Se la vas a chupar hasta dejársela como estaba!
    
    Pude ver entonces el febril deseo en los ojos de mi esposa. Aquella pasión desbocada me empujó a entrelazar mis dedos con los suyos tras la nuca de Teresa y pronto mi verga comenzó a resucitar en la agradecida boca de su amiga.
    
    Mucho después, cuando todo hubo pasado. Teresa le preguntó a mi esposa con genuina curiosidad, si alguna vez habíamos hecho algo así.
    
    Mi esposa guardó silencio mientras elaboraba la respuesta idónea a aquella indiscreta pregunta. Aquel siempre había sido nuestro gran secreto.
    
    — No con dos zorras como vosotras —sentenció.
    
    A Eva, por su altruista derroche de sensualidad. 
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