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Probando frutas maduras y ajenas (4)
Fecha: 29/09/2023, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos
... filo de la punta saboreando el presemen que suelte. Tienes dos manos. Sin dejar de chupar usa una para chaquetearle el tronco y la otra para jugar con las bolas, méteselas en el cuerpo, luego las sueltas para que escurran al escroto. También puedes chupárselas una a una, lamer desde allí hasta el glande nuevamente y continuar chupando, ya sabes, con una mano el sube y baja del pellejo del palo y con la otra jala fuertemente el del escroto, sin los testículos, porque duele. No dejes las caricias mientras chupes y sorbas el pene… Notarás que se pone la verga más dura, señal de que ya va a salir tu premio, en líquido –Goya seguía las instrucciones mientras mamaba y… ¡Me vine abundantemente! Ella no dejaba de chupar y tragar pues el semen seguía saliendo hasta que se derramó del corazón rojo de sus labios. El pequeño montículo de su lunar resaltó entre la blancura de la crema. Se separó de la verga para tomar aire, pero no la dejé que se limpiara. Con mi lengua recolecté la lefa que escurría y se la volví a meter en la boca. Nuestras lenguas se trenzaron y, una en la otra, compartimos el sabor de mi satisfacción. Descansamos un poco. –A ver qué dice ahora mi marido cuando yo le chupe la verga… –dijo y quedó en silencio viendo hacia el techo, quizá pensando la escena– Verá que lo aprendí muy bien, y sabrá que no fue con él –concluyó tajante. Descansamos abrazados, acariciando y besando uno la cara del otro. Bueno, mis caricias también abarcaron su espalda y sus ...
... nalgas. Me acuné en su pecho y me puse a mamarlo. Ella me acarició el pelo pegando aún más mi rostro a sus chiches y, como si me estuviese acunando cantaba “Mama, mi pequeño, mámale a mamá”. Así, mamando, me quedé dormido como bebé… Temprano, al trino de las aves, desperté sintiendo la boca de Goya explorando uno a uno mis testículos. Los jalaba con suavidad, y luego los soltaba. su lengua recorrió mi troco que crecía cada vez más, al ritmo de sus mimos, hasta llegar al glande que chupaba con fruición, paladeando el presemen. Cuando estuvo completamente erguida, la movió desde la base para confirmar su firmeza y me montó. Cabalgó como si yo fuese un burro salvaje, el baile de sus tetas era placentero a mi vista y me mantenía con la verga tiesa. Mediante la abertura adecuada de mis piernas, gradué el impacto de los sentones que sus nalgas daban en mis bolas y sentí la gloria con esas caricias que coincidían con el subir y bajar de sus grandes y duros pezones guindas. Sus jadeos aumentaron, lo mismo que la frecuencia de sus saltos hasta que explotaron en un grito que, desfallecida y llorando de alegría, la hicieron caer sobre mi pecho. La abracé, limpié con mi lengua sus lágrimas y besé sus ardientes mejillas. Ella resoplaba y seguía gimiendo, calmándose poco a poco. Volvimos a escuchar quejidos desde la pared del cuarto vecino y sonreímos. Goya percibió que mi turgencia continuaba indemne y movió sus caderas haciendo círculos para que el pene resbalara en su encharcada ...