1. La mamá de Joaquín, Cap 2


    Fecha: 11/10/2023, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... Ya me lo diría después.
    
    En el cuarto, Rubén todavía roncaba. Pobre. Llegaba a casa recién a las diez de la mañana. Si no se despertó con el olor a hamburguesa que había en toda la casa, era porque estaba muy cansado.
    
    Hice el menor ruido posible. Me desnudé y fue a la ducha.
    
    Apenas el agua caliente empezó a caer sobre mi cuerpo, me sentí relajada.
    
    No solo fue un día complicado. Toda la semana lo fue. El Dr. Mariano, mi jefe, es una persona seria y confiable. Además, es muy generoso. A pesar de que trabajo a medio tiempo, me paga un sueldo como si lo hiciera ocho horas diarias. Desde que comencé a trabajar con él temí que se aprovechara de su situación de poder y me obligara a ser algo más que su asistente. Me sorprendí a mí misma, en mis fantasías, aceptando el papel de amante. Después de todo, conseguir otro trabajo en esas condiciones era casi imposible. Y en casa estábamos tan ajustados, que perder un ingreso como mi sueldo, podía ser trágico. No me imaginaba volviendo a la casa de los padres de Rubén. Sería muy denigrante.
    
    Pero por suerte, el Dr. Mariano es tan correcto como aparenta.
    
    Sin embargo, no puedo decir lo mismo de sus socios minoritarios. Los Dres. Ceballes y Aristimuño. Dos cincuentones que no paran de mirarme la cola mientras voy de acá para allá en la oficina, llevando los papeles.
    
    El primer inconveniente que tuve con el Dr. Ceballes fue el lunes. Yo estaba buscando una carpeta en el archivo. El Dr. Mariano y el Dr. Aristimuño se habían ...
    ... ido a una audiencia, así que estábamos solos.
    
    —¿Que buscás? —Me preguntó el abogado petulante.
    
    —La carpeta del caso de Dirende. —le contesté.
    
    El Dr. Ceballes se acercó por detrás. Agarró una carpeta que estaba más abajo de donde yo estaba buscando.
    
    —Está guardado como “lezica”. — dijo.
    
    Sentí su aliento caliente en mi cara. Pero también sentí algo más. Cuando se había acercado, innecesariamente, se apoyó sobre mí. Sus piernas rozaban mis nalgas. Para colmo, yo llevaba una pollerita bien corta. El viejo debió estar como loco.
    
    —Ah muchas gracias. — dije, agarrando dicha carpeta. Él aprovechó para rosar mi mano.
    
    Cuando me quise mover de donde estaba, él, en vez de hacerse a un lado, se quedó donde estaba. E incluso creí notar que empujaba su pelvis hacia adelante. En ese momento sentí con mis nalgas, el miembro del desagradable Dr. El cual, si bien no estaba parado, se notaba que tenía cierta rigidez.
    
    Hice de cuenta que no había pasado nada, y me alejé de él.
    
    —Le queda bien esa ropa Andrea. —Me dijo.
    
    —Gracias. —susurré, y me fui a mi escritorio.
    
    Desde ese momento que el Dr. Ceballes me mira, como si hubiese cierta complicidad entre nosotros. Además, cuando está con el Dr. Aristimuño no dejan de mirarme de reojo mientras hablan y sonríen.
    
    Mientras me pasaba el jabón por las piernas. Sintiendo, orgullosa, lo firmes que estaban, recordaba aquella escena. ¿Qué hubiese pasado si me quedaba unos segundos más ahí, atrapada entre el archivero y el Dr ...
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