Mientras mi esposo hacía deporte
Fecha: 07/12/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi marido corre maratones populares, un par de ellas todos los años. Yo deporte no hago, pero lo acompaño en esas escapadas que, si bien no me atrevería a calificar de románticas, al menos me sirven para conocer distintos lugares de la geografía española.
Tal fue el caso aquel fin de semana en que nos desplazamos a Valencia, una preciosa ciudad costera a orillas del Mediterráneo. Mi esposo pretendía mejorar su marca personal aprovechando las supuestas facilidades del recorrido y yo cambiaría de aires durante un par de días.
El sábado por la mañana lo dedicamos a visitar el asombroso Oceanic, un museo oceanográfico de visita obligatoria. Sin embargo, por la tarde tuvimos que realizar las tareas previas a cualquier carrera de atletismo de este nivel: verificar la inscripción, recogida de dorsal, visita a los stands de los patrocinadores del evento... No es que me apasione, pero es lo que toca. De todas formas, al día siguiente dispondría de tres horas para hacer lo que me apeteciese.
Había pensado pasear por la playa de la Malvarrosa y sentarme a leer en la cafetería con las butacas más cómodas que pudiera encontrar. Tenía a medio “El italiano”, la última novela de Pérez Reverte, uno de mis autores predilectos. Llevaba cuatro días con ella y me estaba resultando adictiva, una novela romántica y muy emocionante. Una combinación maravillosa de amor, guerra y mar Mediterráneo, precisamente.
Ese domingo todo comenzó como siempre que había competición, con mi marido muy ...
... nervioso y yo tratando de calmarle. Dejamos el hotel temprano, pasadas las ocho, pues la salida de la carrera estaba prevista para las nueve de la mañana. Siendo generosa diré que el día era otoñal, aunque podría haber dicho que el cielo amenazaba constantemente con dejar escapar la lluvia y el frescor matutino se aliaba con la humedad del lugar para calarme hasta los huesos.
Me despedí de mi marido con un beso deseándole que todo fuera bien y busqué un hueco entre la gente, casi todos acompañantes como yo, que se agolpaban en los primeros metros del recorrido atentos al paso de sus familiares o amigos.
Cuando se dio la salida pronto llegaron a mi altura los primeros atletas profesionales que tomaban parte en la carrera. Acto seguido comenzó a pasar una masa, todavía compacta, de corredores en la que si no hubiéramos tenido nuestro código de colocación y atuendo, me hubiera sido imposible identificar a mi marido. Pero lo vi, grité su nombre, le animé, y seguí su carrera hasta que se perdió en la marabunta.
Había pensado animarle en otro punto del trazado antes de irme a la playa, de modo que me dirigí hacia allí. Caminé a buen paso para llegar a tiempo y me situé en un lugar con buena visibilidad. Sin embargo, el paso constante de corredores por delante de mí, me empezó a marear. Así que, en una técnica aprendida con la experiencia, fijé la mirada en algo que no se moviera. Así fue como le vi.
No muy alto, sólo un poco más que yo, hombros anchos y erguidos, unos ...