Interóseo
Fecha: 22/12/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos
... y su cuerpo cayó contra el mío, metiéndose lo que restaba de mi pija.
—Mirá cómo se te abre todo el agujero del culo, pendeja… Seguro ya te lo hicieron varios…
Nara sonrió y se llevó las manos a la cara. Puse mis dedos en forma de garfio y comencé a masturbarle la concha mientras me la cogía por el culo. Mi pija se deslizaba con suma facilidad dentro del segundo agujero.
—Sí… Estoy seguro que ya te cogieron el culo a vos, pendeja puta.
Nara se río. Yo sabía que era cierto. El poco esfuerzo que fue requerido para que mi verga entrara por sus agujeros era la prueba. La miré de arriba abajo. Me la imaginaba como la puta de todos. Los vecinos, los profesores de la facultad, sus compañeros de curso. Me imaginé que se la había cogido todos y cada uno de ellos. Algunos, incluso, a la vez. Me excitó imaginarla recibiendo pijas como una puta desinhibida. Entonces me la cogí más fuerte. El agujero de su culo estaba menos dilatado, por lo que generaba más fricción. Tuve que llevar saliva al palo varias veces. Pero nada de eso debuto las embestidas que le pegué. Nara gemía, gritaba, me arañaba el pecho o el cuello tratando de agarrarse. Yo no aguantaba más.
—¿Dónde querés la leche, pendeja? ¿Dónde la querés?
Nara me miró. Sus dientes apretados unos contra otros. El sudor de su frente le pegaba unos mechones diminutos de cabellos a la piel. Tenía los ojos encendidos. La cara, enrojecida. Estaba echa una salvaje.
—¡En la concha! —me ordenó.
—Así me gusta… Eso… ...
... Ponete bien puta para mí.
Saqué mi pija de su culo y volvía a embestirla por la concha.
—¡Llename, llename! —me exigió—. ¡Llename de leche, Julio! ¡Por favor!
Escucharla decir mi nombre me puso aún más bravío de lo que ya estaba.
—Dale que te preño, puta. Dale que te preño —le advertí.
Y los dos pegamos un grito que se censuró por la bocina que otra vez volvía a sonar. El semen salió como disparado de mis huevos. Los latidos de mi verga y los de su vulva se confundieron al punto de que ya no podía saber cuál era cuál. Y nos quedamos así, apretados el uno al otro. Pasmados, bobos. La besé con mis labios lerdos, y ella sonrió con un gesto tonto.
Volvimos a hacerlo una vez más, pero la noche amenazaba en el horizonte y teníamos que volver. Nara protestó. Pero le prometí que lo volveríamos a hacer las veces que ella quisiera. Me chupó la pija todo el viaje de regreso. Le hice una broma. Le dije que dejara de hacerlo porque me iba a sacar leche en polvo. Fue efectiva. Le causó gracia. Me gustaba verla reír.
Estacioné en la esquina de la casa y vi la figura rechoncha de Rolo que salía a recibir a su hija. Hablaba por teléfono y nos saludaba con la mano. De la nada, nos hizo una seña para que esperemos y se giró preocupado con la llamada.
—Después se queja que no lo visito —dijo Nara—. Si cuando vengo nunca me da bola. Además, ya soy adulta yo. Hago lo que quiero.
La miré. Su ánimo había caído considerablemente. No sabía cómo expresar que la entendía, que tenía ...