1. Nunca digas de esta agua no beberé


    Fecha: 25/01/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... regresaba después de dos meses en los cuales no había dejado de ser la protagonista de la prensa rosa.
    
    Aquella no era la primera vez que tonteaba con unos y con otros, siempre claro está, salvando las distancias. Marcos era solícito a sus demandas laborales, pero tras esa fachada servicial y afable se ocultaba un componente sexual, dado que Felicia, con cuarenta y ocho años continuaba emanando sensualidad por todos sus poros y Marcos no era ajeno a ello, si bien, entendía que aquella era una mujer prácticamente inalcanzable, por consiguiente, aprovechó aquel momento de flaqueza para aventurarse en su gesta.
    
    Tampoco era la primera vez que Felicia lo miraba con ojos anhelantes, o eso es lo que él quería pensar. Lo cierto es que el alcohol allanó la ardua senda de la seducción.
    
    Un poco hastiada ya de repetir siempre lo mismo y de corresponder a todas las felicitaciones por ser líderes de audiencia, —en parte, gracias a ella—decidió escabullirse entre el gentío, pues tenía la cabeza embotada después de dos gin tonics. Marcos esperó a que se quedara sola y fue a su encuentro antes de que otro acaparara su atención.
    
    —Menudo ambiente, —dijo.
    
    —Sí, —añadió de forma escueta.
    
    —¿Siempre es así? —quiso saber él.
    
    —Desde luego, —afirmó.
    
    —Todo esto es por ti, —le hizo saber él.
    
    —No lo es. No os quitéis méritos. El éxito es de todos. Esto es un equipo y todos formamos parte de él.
    
    —No seas tan modesta. Concédete el cincuenta por cien.
    
    —¿Cómo que el ...
    ... cincuenta? Yo había pensado en un setenta.
    
    —Bueno, podemos discutirlo.
    
    —¡Qué capullo! —le regañó dándole un cariñoso cachete con el que Marcos se sintió halagado.
    
    —¿Te traigo algo de beber?
    
    —No, te lo agradezco. Creo que ya he superado mi tope. Tengo la cabeza embotada.
    
    —Tengo algo que te ayudará.
    
    Felicia observó interesada como Marcos extraía del bolsillo de su chaqueta un sobrecito de polvo y lo depositaba sobre la mesa para seguidamente partirlo con una tarjeta de crédito en dos rayas completamente simétricas.
    
    —Pareces todo un experto, —le dijo, y él asintió ratificando su interpretación. Después hizo un canutillo con un billete y esnifó el polvillo. A continuación se lo ofreció a ella y aspiró profundamente de la otra raya. Inmediatamente notó un subidón y el letargo de minutos antes le cedió el paso a una euforia desacostumbrada y, al mismo tiempo vigorizante en la que sus sentidos se acentuaron, algo que hasta ese momento no había advertido. Aparte del perfume, reparó en su olor corporal, como si fuese capaz de captar sus feromonas reclamándola, y sintió cierta atracción irracional hacia él.
    
    —¡Ven! Quiero enseñarte algo, —le dijo cogiéndola de la mano y quebrando ese sensorial instante.
    
    Felicia lo siguió intrigada por el pasillo de los despachos hasta una habitáculo que servía de almacén de cachivaches en desuso, como trípodes, sillas, una mesa, estantes con cajas, papeles y otros enseres.
    
    Marcos abrió la puerta y le cedió el paso. Después cerró y ...
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