1. Mi odiosa madrastra, capítulo 9


    Fecha: 30/01/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... esa filmación. Cerró la llave, y se dispuso a salir de la ducha. En ese momento, y sin analizarlo mucho, tomé la decisión que probablemente era la más arriesgada hasta ese momento. Evité que saliera, agarrándola de la muñeca.
    
    — ¿Qué te pasa? —preguntó ella—. Me estás asustando.
    
    — Ayer, cuando dormimos juntos… —dije, sin terminar la frase, pero sin soltarla de la muñeca tampoco.
    
    — Ayer qué —dijo ella.
    
    — ¿No te acordás de lo que pasó? —pregunté.
    
    — No pasó nada. Dormimos juntos, como dos adultos que tienen en claro cuál es su relación —respondió ella, haciendo que mis sospechas se intensificaran, pues sentía que me estaba dando una respuesta esquiva, que en verdad no decía mucho.
    
    — ¿Y cuál mierda es nuestra relación? Porque yo no tengo ni puta idea —dije, exasperado.
    
    — León, me estás lastimando —se quejó ella.
    
    Disminuí la presión que estaba ejerciendo con mi mano, pero en cambio, la agarré de la cintura y la empujé, hasta ponerla contra la pared. Me acerqué a ella. Sus tetas fueron aplastadas por mi torso, a la vez que le hice sentir la dureza de mi verga.
    
    — ¿Te parece divertido ponerme así todos los días? Evidentemente lo hacés a propósito. ¿Te parece normal?
    
    — No lo hago a propósito —balbuceó ella—. Yo trabajo de esto, y pensé que vos eras diferente. Pensé que podías entenderlo.
    
    — ¡Entender una mierda! Yo no soy fotógrafo, ni artista, ni nada —la presioné más con mi cuerpo—. Anoche me masturbé mientras dormías a mi lado —dije, sin sentir ...
    ... ningún poco de pudor. Supuse que quizás después me arrepentiría de mi brutal sinceridad, pero en ese momento todo me importaba un carajo.
    
    — Hubiese preferido no saberlo —dijo ella.
    
    — ¿Sabés por qué lo hice? —pregunté.
    
    — ¿Por qué, León?
    
    — Porque si no me desahogaba de esa manera, no iba a poder contener las ganas que tenía de cogerte en ese mismo momento.
    
    — Entonces quizás hiciste bien en masturbarte —comentó ella. De repente se sumió en un silencio que, dadas las circunstancias, me pareció muy largo—. Ahora me doy cuenta —dijo al fin—. Te estuve presionando demasiado. A partir de ahora ya no voy a molestarte más. Creo que… creo que necesitaba un aliado, un compañero… Gracias… digo, aunque suene raro, gracias por masturbarte en lugar de aprovecharte de mí. Sos un buen chico, tal como lo había pensado. No debí presionarte tanto. Es que a veces soy tan insegura…
    
    Viéndolo en retrospectiva, era una situación surreal, y eso que ya había pasado por todo tipo de situaciones raras con ella. Ahora tenía a mi madrastra en pelotas, con su cuerpo húmedo y su cabello chorreando agua, arrinconada por mí, con la verga tiesa clavándose en su ombligo, como si fuera una navaja con la que la amenazaba. Y ella, si bien se mostraba asustada, el sentimiento que parecía imponerse era el de la culpa.
    
    — Tampoco creas que para mí es fácil —siguió diciendo—. Yo también siento cosas. Yo también sufro el encierro y la soledad. Tenemos que poner fin a esto. Es toda mi culpa, lo reconozco. ...
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