1. Mi odiosa madrastra, capítulo 9


    Fecha: 30/01/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... Pero ahora por favor, dejame irme, no hagas algo que luego no pueda perdonarte. No quiero odiarte. Sos el único… sos el único en el que puedo confiar.
    
    Esas últimas palabras las oí pero no les presté mucha atención. Lo primero que dijo fue lo que más me dio en qué pensar. Para ella tampoco había sido fácil. Nunca había pensado en eso. Nunca se me había ocurrido que mientras yo me mataba a pajas pensando en ella, Nadia podría estar experimentando algo, sino igual, sí parecido.
    
    Retrocedí un poco, pero sin darle espacio a salir todavía. Y entonces vi algo de lo que me tenía que haber dado cuenta antes. Los pechos de mi madrastra estaban hinchados, y los pezones se habían endurecido, y ahora eran mucho más puntiagudos. Tenían un aspecto notablemente diferente a cuando había corrido la cortina para encontrarme con ella.
    
    Nadia estaba caliente.
    
    Extendí la mano, y agarré uno de los pezones con dos dedos. En efecto, se sentían duros y estaban erectos. Nadia se estremeció. Apoyó su espalda en la pared, ya no instada por la presión de mi cuerpo, sino que parecía que se había rendido. Apreté nuevamente el pezón, y froté los dedos con fuerza en ellos, como si quisiera exprimirlos. De su garganta surgió un sonido que nunca había escuchado de ella: mi madrastra gimió de placer.
    
    — ¿Se siente bien? —le pregunté.
    
    — Sí —respondió ella.
    
    Había agachado la cabeza, como si sintiera vergüenza de mirarme a la cara. No obstante, ya había dejado de lado su intención de ...
    ... marcharse.
    
    — lo hiciste a propósito ¿no? —pregunté. Ella pareció desconcertada, pero no dijo nada—. Anoche, cuando me tocaste la verga. Estabas despierta ¿No?
    
    — Al principio no. Pero de repente sentí tu… y bueno… —dijo ella, dejando inconclusa la frase. De todas formas, lo que importaba era que me estaba confesando la verdad. La intimidad que teníamos en ese momento, parecía instarla a ser sincera, tal como yo lo había sido con ella.
    
    — Y si te hubiera querido coger ¿Qué hubieras hecho?
    
    — No lo sé. De verdad no lo sé —susurró, como si tuviera miedo de que alguien más la escuchara—. Había pensado en irme corriendo a mi cuarto, pero no lo sé.
    
    Liberé su pezón, lo que provocó que ella ahora me mirara, como preguntándose qué era lo siguiente que haría. Entonces me bajé la ropa interior, y la tiré al otro lado del baño. Mi verga estaba dura como el hierro, y erguida como mástil. Nadia la miró. Se mordió el labio inferior, en un gesto instintivo. Tenía un abundante vello pubiano. Era como una selva oscura desde donde se erigía un tronco atravesado por venas.
    
    Y entonces me alejé de ella. Di unos pasos hacia atrás, hasta el otro extremo de la ducha. Me apoyé en la pared, tal como se encontraba Nadia en ese momento, y empecé a masturbarme. Mi madrastra pareció confundida, aunque por otra parte, no podía sacar la vista de mi verga.
    
    — ¿Pensaste que te iba a coger? —dije, mientras empezaba a masajearme—. Si estás caliente, te la vas a tener que arreglar como yo lo vengo haciendo ...