1. Mi odiosa madrastra, capítulo 5


    Fecha: 30/01/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... largas, a pesar de que yo casi no le respondía, y mostraba apenas el mínimo interés por lo que me decía. Y también volvieron los piropos, las insinuaciones, las invitaciones a salir… Y hoy, cuando volví del supermercado, con las cosas de la cena, con la excusa de ayudarme, aunque apenas cargaba con dos bolsas, me acompañó hasta el ascensor, se metió adentro conmigo, y aprovechando la situación, me quiso comer la boca.
    
    — ¡Pero qué hijo de puta! —dije yo, realmente indignado.
    
    No es que sintiera la imperiosa necesidad de proteger a Nadia, quien era una mujer adulta, y con experiencia de sobra, y debía saber cuidarse de sí misma a la perfección. Sino que mi bronca era porque me daba cuenta de que Juan representaba todo lo que yo detestaba: una persona que no podía controlar sus emociones, y que perjudicaba a todo el que lo rodease debido a ello. Para colmo, era alguien que se dedicaba a mantener el orden. Y ahora resultaba que él mismo era el que caía en infracciones. Eso no podía quedar así. La imagen positiva que tenía de él se desmoronó por completo.
    
    — Pero eso no fue todo —dijo Nadia. Llenó nuevamente la copa de vino, y se tomó casi la mitad de un solo trago.
    
    — Qué más te hizo —dije, convencido de que el tipo había aprovechado el momento para manosearla. Era hasta casi obvio pensar en ello. Imaginaba a Juan agarrándola de la cintura, metiéndola dentro del ascensor, intentando comerle la boca, mientras sus manos bajaban lentamente.
    
    — Hacerme, nada. Pero lo ...
    ... que dijo… — respondió Nadia, tirando mi teoría a la basura. Hizo silencio durante un instante, para luego seguir—. Me dijo: “¿Qué te pasa putita, no me digas que te estás cogiendo al pendejo ese con el que vivís?”.
    
    — Qué razonamiento más básico —comenté yo, indignado, aunque no asombrado.
    
    — Lo mismo pienso. En su pequeña cabecita se debe estar formando un montón de fantasías retorcidas, en las que yo soy la amante del hijo de mi difunto marido.
    
    Lo cierto es que más de una vez pensé que en la pobre mente de muchos de nuestros vecinos y de los empleados del edificio, anidaban esas fantasías. Varias veces me encontré con miradas suspicaces cuando entraba al edificio, aunque no le daba la menor importancia. Era como un cliché en una película, o en un libro. Viuda extremadamente linda y joven conviviendo con su hijastro de diecinueve años. No serían pocos los que creerían que sólo era cuestión de hacer dos más dos para llegar a esa conclusión. Y si encima alguno se enterara de las cosas que hacíamos últimamente en nuestro departamento, las habladurías no tardarían en llegar a cada uno de los otros veintinueve departamentos del edificio.
    
    — Hay que denunciarlo con la administración —propuse, resuelto—. Lo tienen que despedir inmediatamente. Además, los ascensores tienen cámaras, así que tenemos pruebas contundentes de lo que hizo. Mañana a primera hora envío un email. No estamos pagando a una empresa de seguridad para que anden besuqueando a las propietarias. Esto es una ...
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