La mamá de Joaquín, Cap 3
Fecha: 05/02/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... a tener una visión diferente de él. Al menos se merecía el beneficio de la duda. Pero no podía evitar recordar que, en una de mis muchas tardes de autocomplacencia, la imagen fugaz de aquel chico joven y fornido, había acudido a mi mente.
Cuando llegó el día en que mi hijo debía hacer el trabajo práctico, me puse nerviosa, como si tuviese quince años en lugar de treinta y cuatro. Pensé en recibir a los chicos de manera recatada, principalmente porque no quería que al tal Pitu se le vaya los ojos cuando me viera, como aquella tarde en la salida de la escuela. Pero después cambié de opinión. ¿Por qué tenía que cambiar mis hábitos en mi propia casa? ¿Por ese pendejo altanero? Ni loca. Me puse una pollerita a lunares que me encantaba, y una blusa negra que se adhería a mi cuerpo perfectamente.
Llegó la hora. El timbre sonó. Me sentí a la defensiva. Cuando Salí a recibir a los compañeros de Joaco, noté, con una ridícula decepción en mi interior, que Pitu no había venido.
Le ofrecí algo para tomar y los dejé solos. Rubén se estaba bañando. Así que me puse a ordenar la pieza.
Entonces escuché el timbre. Sentí cómo mi cuerpo se estremeció. Era una locura. Aquel pendejo me estaba moviendo el piso, y yo no podía evitarlo.
Mi marido se fue a trabajar, con el mismo semblante triste de siempre. Me dio un frío beso en los labios y me dejó ahí.
Pensé, como muchas otras veces, que debía apoyarlo. No tenía en claro cómo hacerlo, pero debía apoyarlo.
A las desgracias era ...
... mejor no llamarlas, y ese pendejo era una desgracia. Me quedé en el cuarto ordenando. Cada tanto los chicos hablaban en un tono alto, y las voces llegaban hasta mi habitación, aunque no se alcanzaba a entender qué decían. La voz de Pitu, gruesa y autoritaria, resaltaba sobre las demás.
Me tiré sobre la cama. Si no lo hacía no podría estar tranquila.
Necesitaba desahogar mi cuerpo para dejar de pensar en estupideces. Me levanté la pollera. Llevé una mano a mi boca y chupé cada uno de los dedos. Con la otra mano, hice a un costado la bombacha y empecé a masajear mi clítoris. Pensé en el muchacho del estudio Goldberg. ¡Qué cerca me sentía de caer en sus redes! Pensé también en el doctor Ceballes. ¿Cuántas veces podría librarme de él sin que me toque o haga algo más? En algún momento quedaríamos nuevamente solos en la oficina.
Si me agarraba con la guardia baja sería difícil rechazarlo, por poco que me gustara ese tipo. Llevé mis manos mojadas a mi pecho. Estaban hinchados. Pellizqué mis pezones, sintiendo un placer exquisito, al tiempo que mi entrepierna estaba incendiada, largando jugos vaginales, mientras frotaba mi clítoris. Mi cuerpo se movía casi contra mi voluntad. Como si alguien me estuviese penetrando en ese mismo momento. El respaldo de la cama chocaba contra la pared. Debía dejar de hacer ese ruido, pero estaba muy cerca del clímax, y no quería parar.
Entonces escuché que alguien había tirado de la cadena del baño del pasillo. Me acomodé la bombacha, me ...