1. La mamá de Joaquín, Cap 7 (Final)


    Fecha: 22/03/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... aguardando la llegada de mi micro. Hacía mucho calor. De un parlante salía una voz monótona anunciando la llegada y salida de los ómnibus. Traté de leer el libro que me habían regalado Ramoncito y Fabricio como despedida, pero no me pude concentrar. Era raro, pero parecía que yo no era el único que creía que jamás iba a volver. Cuando me entregaron el libro, los noté realmente tristes. Les agradecí en silencio el hecho de no notar expresión de lástima en sus rostros. Sólo eran dos amigos que me iban a extrañar.
    
    El micro llegó. Cargué mi equipaje y subí al primer piso. Descubrí que un hombre mayor estaba sentado en mi lugar.
    
    —¿No preferís sentarte en la ventanilla pibe? —Me dijo.
    
    —Sí, no hay problema.
    
    Traté otra vez de leer el libro. Pero era imposible. Recordé el semblante triste de papá durante sus últimos meses de vida. El abrazo de mamá cuando me dijo lo que había pasado. Recordé a Agustina. Su llanto, sus contradicciones, su impotencia y su abandono. Ni siquiera sabía dónde estaba. Recordé a mi viejo enemigo Pitu, tirado sobre la calle, chorreando sangre. Por algún motivo, lo que más me preocupaba era que su piel se estaba quemando en el asfalto caliente. Y por ...
    ... milésima vez me vino la imagen del rostro de mamá cuando volví a casa después de la pelea. Estaba completamente exaltada cuando me vio con la cara lastimada y la ropa desgarrada. Me puso hielo en donde tenía hinchado, me insistió en que vaya al hospital. La convencí de que no era necesario, y le dije que eso sí, después quería ir a visitar a Pitu, que estaba preocupado porque no sabía qué tan grave era su herida. Y entonces, comosi le hubiese revelado la proximidad del fin del mundo, mamá abrió grande los ojos, y un montón de lágrimas bañaron sus mejillas.
    
    —Tranquilo pibe, ya va a pasar. —me dijo el viejo que se sentaba a mi lado, dándome una palmada.
    
    Me di cuenta de que yo mismo estaba llorando. Me sequé con el puño.
    
    —Sí, gracias.
    
    Los últimos pasajeros se acomodaron en sus asientos. El micro salió despacio de la terminal.
    
    "Aprender a soltar", pensaba para mí, sin poder convencerme del todo de las palabras que me repetía. "Aprender a soltar".
    
    El micro agarró la avenida y empezó a tomar velocidad. La noche caía sobre Buenos Aires. Miré la ventanilla, y aunque González Catán ya había quedado varios kilómetros atrás, me despedí de mi barrio con una sonrisa risueña.
    
    ¡Fin! 
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