Mis odiosas hijastras (3)
Fecha: 31/03/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... cerquita, y con mi mano tan cerca de sus partes íntimas, no era nada fácil lograr que mi sexo se ablandara. El sentimiento de protección que me poseía, se le mezclaba la enorme necesidad de desnudarla y penetrarla. De las tres, era la única por la que sentía cierto impulso paternal, pero ahora que a ese impulso se le sumaba la lascivia, lo que me provocaba esa chica era tan hermoso como retorcido.
—Voy a venir corriendo cada vez que necesites algo —aseguré—. Sean cucarachas, u hombres malos.
Mi mano se deslizó a través de la cintura de la chica. Si Sami movía su brazo de manera imprevista, podría notar la dureza que había entre mis piernas. Pero en ese momento poco me importaba. Agucé el oído. No había señales de las otras chicas. Habrían de estar hablando en alguno de sus cuartos. Mi mano bajó apenas unos milímetros. Una distancia ínfima, que sin embargo bastó para empezar a sentir ese redondo y erguido orto. Deslicé los dedos, apenas rozándola, de una extremo a otro, acariciando la parte superior de ambas nalgas, pasando por el inicio de la raya que las separaba. Si estuviéramos solos en la casa, a esas alturas ya no hubiera dudado de meterle mano sin miramientos y empezar a desnudarla para montarla ahí mismo, donde estábamos sentados, con todo el riesgo que eso implicaba. Pero ahora debía conformarme con esa sutil caricia, pues en caso de que alguna de sus hermanas reapareciera, sería cuestión de mover apenas la mano hacia arriba, y detener mis caricias, para simular ...
... que aún la agarraba de la cintura. Eso siempre y cuando mi erección estuviera bien oculta, cosa que esperaba que así fuera.
—Nos cruzamos en la salida de la sala de luces ¿No? —le dije.
Ella hizo silencio durante unos segundos. Un silencio que tomé por asentimiento. Si ella había sido la de las fotos, era muy probable que también fuera la que palpó mi verga. Y ahora su mutismo me instaban a pensar que estaba en lo cierto. Así que empecé a acariciar con mayor vehemencia. Aunque todavía no me animaba a meter la mano por debajo de su culo, simplemente continúe rozando la parte más cercana a la cintura.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Te tropezaste conmigo cuando salí de revisar la térmica —afirmé, aunque ya no estaba tan seguro de ello.
—No. Habrá sido alguna de las chicas —respondió, y bruscamente se puso de pie—. Voy a ver si encuentro unas velas. Se ve que esta vez la cosa va a durar más tiempo —agregó después, y acto seguido, escuché sus pasos alejarse.
—Acá traje algunas —dijo Agostina, de repente.
Sentí que mi corazón se aceleraba. Había dado por sentado que tanto Valentina como ella se encontraban arriba, pero Agos parecía haber estado en la cocina. Y no había hecho ningún ruido… Era cierto que la lluvia aún arreciaba, y tapaba muchos sonidos, pero mientras manoseaba a Sami había aguzado los oídos, prestando atención en cada cosa que ocurría a mi alrededor, y, en efecto, la mayor de las hermanas no se había hecho escuchar. ¿Nos habría estado espiando? Aunque ...