Mis odiosas hijastras (3)
Fecha: 31/03/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... así fuera, era poco lo que podría haber escuchado, y mucho menos lo que pudo haber visto. Pero aun aferrándome a esa suposición, un miedo frío atravesó todo mi cuerpo. Esto se debía a que Sami se había levantado justo cuando me estaba aventurando más en mi toqueteo. Era muy probable que acababa de arruinar todo.
Para meterme más miedo, una vez que Agos puso un vaso de vidrio con una vela encendida adentro, sobre la mesa ratona, ambas se metieron en la cocina, supuestamente para buscar más velas. Las escuché susurrar. Una gota de transpiración, que me pareció helada, se deslizó por mi frente. ¿Sami le estaría contando que yo le había metido mano? Me dije que no podía ser. Apenas la había rozado un poquito por debajo de la cintura. Sami era muy chica e inocente. Seguramente no se había percatado de las intenciones perversas que iban acompañadas de esas caricias. Al menos eso me repetía incansablemente, aunque claro está, no terminaba de creérmelo.
Lo peor era que ella había insinuado que una de las exparejas de Mariel le había hecho algo malo. Y ahora yo le salía con eso. Era un verdadero puerco. Pero no, yo no era un abusador. En el peor de los casos había cometido un terrible error al haber asumido que Sami había sido la que se encontró conmigo en la oscuridad. Y eso que yo mismo le había dado el menor porcentaje de probabilidades entre las tres. Pero, en fin, no me quedaba mas que esperar a ver cómo se desenvolvían las cosas.
Solo tuve que esperar unos minutos para ...
... saberlo. Sami Y Agos aparecieron con un vaso con una vela cada una. Agos colocó la suya también sobre la mesa ratona, mientras que Sami la puso encima de la mesita que estaba cerca de la escalera. Ese alejamiento me hizo temer lo peor. Cuando volvió, temía que fuera a sentarse a otro sitio. Sin embargo, a pesar de que Valentina había dejado el sofá grande libre, la rubiecita volvió a mi lado. El alma regresó a mi cuerpo. Puse mi mano en su cintura, y ella se arrimó a mí. Esta vez no apoyó su cabeza, pero no importaba, con que estuviera cerca de mí me bastaba para no sentirme perseguido. Si se hubiera sentido incómoda por lo que acababa de suceder, seguramente se habría mantenido alejada de mí. Pero ahora me asaltaba otra duda ¿Se había dado cuenta de lo que había hecho? Si lo había hecho, y además había vuelto a mis brazos, ahora el veinte por ciento de probabilidades que le había dado, saltaba hasta el ochenta por ciento.
—¿Te diste cuenta? —dijo Agos—. Ahora ni siquiera hay conexión de internet.
—Qué porquería —dijo Sami.
—Bueno, ya volverá. De todas formas, ya le avisamos a Mariel que estamos todos bien. Ese era el único mensaje urgente que teníamos que mandar —dije.
—Decíselo a Valu. En cuestión de minutos va a enloquecer cuando no pueda usar su celular —afirmó Agos, que estando apenas iluminada por la tenue luz que alcanzaba su figura, parecía estar rodeada de misterios.
—¿Qué pasa conmigo? —dijo Valentina, bajando de la escalera— ¡La puta madre! ¿para qué ...